De los elementos narrativos que usa Pedro Antonio de Alarcón en su escrito Una Visita al monasterio de Yuste , el que más sobresale es EL AGUA. Las alusiones encadenadas a la lluvia, el Tiétar, las gargantas, los arroyos o las fuentes, hacen brotar la idea de que a este itinerario entre Talayuela y Yuste bien podríamos llamarlo La ruta del agua .

Fueron las lluvias de abril la causa de cierto trastorno en el inicio del viaje: "Un porfiado temporal --escribe-- había ido retrasando la visita que desde que llegamos al Baldío nos propusimos hacer á Yuste, hasta que al fin serenóse el tiempo, y el día 3 de Mayo (del presente año de 1873) montamos á caballo; pasamos el Tiétar por otra barca y nos dirigimos al insigne Monasterio por el camino de Jaraíz"

Enseguida se topa con más agua: "pasamos el hondo río Jaranda --explica-- por el tosco, sabio y gracioso Puente de la Calva, y principiamos la ascensión á Jaraíz". Y un poco más adelante, el viajero encuentra una naturaleza en estado puro: "Hay sobre todo un paraje, llamado la Garganta de Pelochate, que es digno de los honores del pincel y de la fotografía. Allí se despeña rapidísimo un espumoso río por planos inclinados de formidables rocas, sobre las cuales se eleva á extraordinaria altura cierto viejo y gastado puente de tablas, atravesando el cual no puede uno menos de encomendar el alma á Dios". Pasados los peligros, se renueva la vida desde los manantiales; y anota: "Es muy celebrada, y ciertamente fresquísima y muy delgada y gustosa, el agua de la gran fuente que de una peña brota".

Y ya en Yuste, tiene un recuerdo para el emperador: "El mismo César, en tiempo de verano, solía pasar largas horas viendo correr el agua del arroyo".

Invadido por la nostalgia y los buenos deseos, cierra su artículo con unas palabras que nos hacen pensar en el agua como metáfora de recuerdos indelebles: "De una de estas tapias sale un brazo de agua sonora y reluciente. La hiedra y el agua parecían encargadas de perpetuar las huérfanas memorias de tantas grandezas extinguidas".