Silveria Martín Díaz acaba de cumplir 100 años en Aldeanueva de la Vera, orgullosa y rodeada de sus cuatro hijos --tuvo cinco, pero uno falleció--, 18 nietos, 29 bisnietos y tres tataranietos. Muchos de ellos vinieron desde Francia y Cataluña para celebrar el cumpleaños de la abuela. "Nos lo pasamos fenomenal", asegura. El alcalde, Raúl Amor, le entregó una placa conmemorativa por el centenario y ella apagó de un tirón las tradicionales velas tras una comida en el cámping Yuste.

Silveria Martín, pese a su edad y los años de trabajo duro en Francia y el País Vasco, adonde emigró con su marido y sus hijos, solamente toma unas gotas para el riego sanguíneo para mantenerse bien. Por lo demás, asegura que está "estupendamente" de memoria, tensión, azúcar y colesterol.

Al hablar, desgrana los recuerdos que tiene de su municipio natal, Talavera la Vieja, en la actualidad inundado por las aguas del embalse de Valdecañas. "Era un pueblo muy rico por las vegas que tenía". Su marido, ya fallecido, José Arroyo Fernández, fue alcalde y presidente del Sindicato Vertical. "Tener que marcharnos supuso un golpe muy duro para los talaverinos", dice. No en vano, añade, "bajo de las aguas dejaron la torre de la iglesia, que explosionaron con 30 kilos de dinamita, y los seres queridos que teníamos en el cementerio". La abuela nunca pensó que el agua llegara a alcanzar tanta altura.

Pero no todo son recuerdos amargos del pueblo que la vio nacer. No olvida cuánto disfrutaron. "Las fiestas de San Agustín y los bailes en la plaza Mayor eran geniales, pero al anochecer teníamos que estar en casa", recuerda. Sobre el secreto de su longevidad, asegura que puede estar en lo mucho que se mueve. De lo contrario, afirma, "estaría inválida". Todo un ejemplo de vida.