Se sitúa al noroeste de la provincia de Cáceres, de él depende Valdencín, a 6 kilómetros de distancia. Conserva todavía la tradición artesana de la orfebrería, alfarería, telares, zapateros, bordados... por esto se conoce a Torrejoncillo, por esto y por la fiesta de La Encamisá. Se rodea de monte bajo y encinares y una parte de regadío, suaves lomas y pequeñas cumbres aplanadas rodean la localidad. Los primeros indicios de civilización tienen que ver con el hallazgo de un conjunto de bronces prerromanos, aunque los mayores testimonios artísticos son visigodos, encontrados en la cercana Dehesa de los Baldíos, una atalaya desde donde se observa la fortaleza de Portezuelo y la ciudad de Coria. De sus monumentos más característicos mencionamos la parroquia de San Andrés, renacentista del siglo XVII en su mayoría, con cabecera de granito y flanqueada por dos torres, en su interior una única nave con tres tramos que al final muestra una retablo del barroco dieciochesco. Torrejoncillo tiene cuatro ermitas construidas en el siglo XVIII dedicadas a San Sebastián, San Saturnino, San Antonio y San Pedro, esta última situada a ocho kilómetros de la localidad en la finca el Rincón de San Pedro.

A principios del pasado siglo contaba con una importante industria textil que ocupaba a gran parte de la población, en los años 20, y debido a la apertura de otras industrias en Béjar, Hervás, Coria y Cañaveral comenzó la decadencia industrial torrejoncillana, cuarto de siglo después ya quedaban muy pocos telares.

Pero la población siempre ha estado muy relacionada a la artesanía, ya en el siglo XVI se da cuenta de una pequeña industria lanera que en su día provocó un aumento de la población; dos siglos más tarde, otro aumento poblacional pone de manifiesto el auge alcanzado en la fabricación de paños con más de 300 vecinos dedicados a estas tareas que eran el doble a finales del XVIII. La fabricación de tejidos y cueros hacía próspera a Torrejoncillo convirtiéndola en centro de toda la comarca. Las cosas fueron bien hasta comienzos del siglo XX, cuando la emigración comienza a hacer mella, la población mermaba por la desaparición de la industria, en el pueblo todos coinciden en señalar que lo que queda hoy no es más que una pequeña parte de lo que fueron estos prósperos oficios artesanos que tanta importancia confirieron a Torrejoncillo. Hubo una época en la que podían encontrarse todo tipo de artesanos en el pueblo. Uno de estos ejemplos es la industria hojalatera, de la que salieron los conocidos candiles de ala , que eran una muestra de los que trajeron los artesanos que hicieron las Américas. En Torrenjoncillo aún quedan buenos ejemplos de esta tradición artesanal.