Son las ocho de la tarde y en Villa del Campo, aún en el Valle del Alagón y casi en Sierra de Gata, el pueblo bulle. Lo hace en la piscina y en los bares. Son las fiestas de la localidad. Las tencas esperan para el día siguiente. Una comitiva se dirige al parque, donde va a acontecer algo muy emotivo.

Don Casto Martín (el médico y también alcalde) y Don Pablo Lajas (el maestro y también primer edil) van a ser reconocidos por el pueblo, allí donde fueron y son muy queridos. Entre ambos y algún otro entusiasta lugareño consiguieron traer el saneamiento e instalaciones deportivas en los años 70, entre otros logros. También fueron claves en que allí estén las primeras chicas que lo ganaban todo en balonmano. Hubo hasta 17 equipos diferentes de distintas modalidades. Y lo de las pistas polideportivas se pudo disfrutar con la mismísima presencia del todopoderoso Juan Antonio Samaranch, a quien convencieron para que llegara a la localidad y quien tiene su nombre en una calle. Lógico.

Aquellas 400.000 pesetas que aportó el que fuera presidente del Comité Olímpico Internacional sirvieron para hacer un campo de fútbol y un polideportivo inaugurados el mismo día que llegó el hombre a la luna. Otro milagro que se recuerda en este día tan señalado.

El alcalde, Víctor Manuel Hernández, muestra el reconocimiento del pueblo hacia sus vecinos y subraya que desde el inicio, cuando se les planteó la idea del homenaje él no lo dudó: había que tener memoria con gente que lo dio todo. Los familiares del ya fallecido Don Casto y sus amigos se acuerdan de él y la emoción embarga a todos. Don Pablo sí está presente en el acto y disimula como puede su felicidad, muy interior. Su gesto le delata. No es un momento baladí, ni para él ni para su familia.

Se descubre un monolito. Se habla de lo que fue el pueblo, de los «mejores años de mi vida», como dice el hijo del médico, especialmente motivado, como toda su familia presente. Llos recuerdos se agolpan. Hay lágrimas de felicidad, de nostalgia. Se descubre un monolito para los dos protagonistas. Don Pablo habla, embargado en su momento más bonito, y también, un rato después, protagoniza el pregón en una plaza a tope. Villa del Campo rinde tributo a sus héroes, para muchos anónimos. Los que ponían el ‘cuatro lata’ y lo que hubiera que poner. Y sin nada a cambio.