Antes en manos del turismo y ahora en las del coronavirus, en la comarca de Trujillo se han dado cuenta de que se vivía tanto de lo primero que había que buscar otras líneas de salida para recuperar la economía. Fue entonces cuando la mancomunidad puso en marcha un proyecto de dinamización que con el nombre de ‘Ataecina Reactiva’ pretende el desarrollo agroindustrial y turístico basado en las características endógenas de la zona para potenciarla y valorarla. A la convocatoria se presentaron 30 aspirantes y fueron seleccionados cinco que hoy forman un grupo multidisciplinar que ya ensaya la vacuna capaz de impulsar el tejido productivo.

Su objetivo es vitalizar y poner en marcha planes para crear puestos de trabajo y futuras empresas. Ellos ponen las ideas y los inversores privados las llevan a cabo. Una de esas ideas es la de la enóloga y viticultora Fátima Retamosa cuya labor, dentro del área de desarrollo agroindustral, consiste en recuperar los terrenos baldíos de la comarca, actualmente en desuso y que en verano presentan algunos problemas porque en ellos tienden a propagarse los incendios. Se trata de pequeñas parcelas cuyos propietarios generalmente no explotan. La intención es usarlas para la plantación de viñas de variedades autóctonas trujillanas que han desaparecido.

Retamosa apuesta por montar a largo plazo una cooperativa agroalimentaria con los viticultores interesados, crear una bodega y elaborar vinos de la comarca de Trujillo. «Es un proyecto muy ambicioso y bueno porque la pretensión es que los institutos de educación secundaria extremeños pudieran traer las ramas agrarias que aquí no se imparten», señala.

Fundar un centro enológico

El sueño iría a más: plantea trabajar codo a codo con el IMIDRA, Instituto de Investigación de Madrid, que está recuperando 51 variedades de uvas de toda España que se adaptan mejor al cambio climático. A los investigadores les vendría como anillo al dedo, los propietarios de la tierra podrían aprender otras maneras de hacerlas rentables y, como colofón, se fundaría un centro enológico que dispondría de un laboratorio para analizar los suelos de cultivos y asesorar a los propietarios y empleados.

Otra de las propuestas pasa por la adaptación de huertos municipales abandonados del parque de San Lázaro para la plantación de las bayas de Goji, que se utilizan para ensaladas. Ya han contactado con una empresa, de modo que en Trujillo se sembraría el producto y la industria los comercializaría. En esta línea, el planteamiento de la ingeniera Marta Gómez, otra de las técnicas, es la de aprovechar el terreno para la venta de abono orgánico.

A todos los miembros del proyecto les mueve una misma pasión: crean el diseño, informan de la inversión que se efectuaría, contactan con empresarios, ayuntamientos... Trabajarán aquí durante seis meses, coordinados por María del Mar Redondo, y gracias a los fondos aportados por la Diputación de Cáceres.

El alcalde de Trujillo, José Antonio Redondo, apoya plenamente el proyecto, lo destaca y lo define como una oportunidad maravillosa.

Divulgación de los cielos

Divulgación de los cielosCrear nuevas opciones turísticas a las tradicionales supone otra de las aspiraciones. Míriam Marín es arquitecta y técnica de la dinamización astroturística de la mancomunidad. Su intención es introducir a la comarca en la estrategia de la noche o lo que es lo mismo: la divulgación de los cielos nocturnos en la región. Para ello, asesoran en la creación de miradores astronómicos y rutas y senderos. Acuden a los pueblos y les documentan sobre cómo instalar un punto de observación astronómico. Así se creará una red que formará parte de una web de fácil acceso a los visitantes. Serán pioneros porque «se trata de una estrategia conjunta en la que participarán los 14 municipios de la comarca para explotar sus recursos en bloque», dice Marín. Impulsarán el camino de Santiago, otro de las estrellas, el planetario de Trujillo y desarrollarán un plan de musealización de la ermita de San Pablo, dentro de la alcazaba, para convertirla en un lugar de observación astronómico.

En la iniciativa de esa red de las estrellas igualmente trabajan el biólogo Javier Román y el historiador Juan Carlos Arroyo, que en su caso hace visible el patrimonio y el arqueoturismo, una opción para compaginar la arqueología y la astronomía. Claves todas ellas para que el covid-19 no frene el desarrollo y el crecimiento.