Viva la música

Por la tarde, ya de noche, llegando a la plaza del pueblo, oímos música de flauta y guitarra. Al principio creímos que sería alguna grabación. Pero cuál sería la sorpresa al comprobar que era música en vivo. Unas flautas, acompañadas de una guitarra y una pandereta, hacían sonar el belle qui tiens ma vie... . Media docena de mozas completaban el cuadro danzando al son de la obra. En la propia plaza se inició luego una representación de teatro que tendría continuación en los pórticos de las dos iglesias. Más pasmado por lo visto y oído que por el frío reinante --que era mucho-- resultaba imposible no dejarse llevar por el río de gentes que seguían a sus actores y sus músicos. En ese viajar por las calles en busca de instantes llenos de arte, ha sido fácil recordar unas palabras de don Miguel de Unamuno sobre las calles de Jaraíz: "La calleja se retuerce y no se ve de un extremo a otro. No es un canal de curso recto: es más bien como el cauce de un río que fuera culebreando. Y se tiene la intimidad de la sombra". Esa calleja era esta tarde un río de música. La variedad de familias de instrumentos, incluidas las voces de una coral en la escalinata de una iglesia, han cautivado a este viajero emeritense necesitado de vida musical. Cómo olvidarlo: músicos en las esquinas, en las bocacalles, en los zaguanes, en los soportales... Vivir esa embriaguez de arte causa sentimientos enfrentados: Por un lado se siente la alegría del pueblo capaz de sacar sus músicos a la calle. Por otro, se tiene una pena insondable debido a la incertidumbre sobre el futuro del Conservatorio de Mérida. Cuánta tristeza la de esos pueblos que se quedan sin música. En ese punto, el viajero cerró su diario; pero debió tener un instante de duda --o atrevimiento quizá--, porque lo abrió de nuevo y expresó un deseo: que Esteban Sánchez levante la cabeza. Viva la música.