Hace días un platero artesano de Sevilla acudió a la concatedral cacereña para ver de cerca la imagen del Cristo Negro, conocida y venerada por devotos de medio mundo. Al contemplarla, le sorprendió la «química» que desprende este crucificado de origen desconocido, tallado entre 1345 y 1360. «Solo pensar en la cantidad de personas que durante siglos se han arrodillado ante él, le han llorado, le han suplicado, le han tocado... Esa magia de la historia la tiene el Cristo Negro y nos atrae a todos», relató ayer Alonso Corrales Gaitán, mayordomo de la hermandad, quien hace más de treinta años se fijó en aquel crucificado inerte de Santa María, de perfecta anatomía, y en 1986 promovió la primera procesión con solo 37 cofrades. Hoy, más de 3.000 personas esperan poder formar parte de la comitiva algún día.

Anoche, como cada Miércoles Santo a las doce en punto, el Cristo Negro volvió a salir acompañado de 59 hermanos, ni uno más, ni uno menos, en un cortejo fúnebre del Medievo, enlutado y en completo silencio, que recorrió la Ciudad Monumental. La comitiva, con hábito benedictino y cíngulo de esparto, con la única luz de los hachones y el simple acompañamiento de un timbal y una esquila, traspasó las puertas de Santa María tras la llamada de medianoche: «¡Que salga la hermandad del Cristo Negro! Dios lo quiere así». Miles de personas aguardaban antes de las doce, y ya colapsaban buena parte del recorrido. Todo era silencio. Ni siquiera se aplaudían las saetas, que en el Cristo Negro, difunto, sin vida, se convierten en una oración cantada.

Esta imagen envuelta en historia y leyenda, reclamada por la familia Ovando para que presidiera su capilla de la concatedral ya en el siglo XIV a cambio de 1.500 maravedís, sigue concitando devoción y misterio a partes iguales. Anoche, dos nuevos cofrades engrosaron la comitiva tras esperar 17 años para poder hacerlo. También se especulaba con la visita de un miembro de la realeza europea que no se pudo confirmar. Visitantes y medios de comunicación de diversos países se unen a la procesión año tras año.

«Todo esto nos emociona pero nos preocupa a la vez. Hay mucho público, nos abruma un poco la expectación, intentamos garantizar la seguridad y no nos quedamos tranquilos hasta que todo sale bien», explicó el mayordomo horas antes de la salida. A su lado, Juan Ignacio Blanco, jefe de paso durante los últimos catorce años, intentaba responder a la pregunta de lo que significa guiar al Cristo Negro por intramuros: «No se puede explicar, no se puede describir, hay que ponerse delante y sentir esas emociones», confesó. El recorrido no resulta especialmente difícil, salvo las escaleras de San Jorge. «Lo más complicado es la cantidad de público que hace pequeñas las calles, pero esta noche siempre es así», explicó.

A la hora de la salida del Cristo Negro, Cáceres ya estaba metida de lleno en el ambiente procesional del Miércoles Santo. Al anochecer había partido de San Juan la cofradía de los Ramos en su tercera estación de penitencia, acompañando a los pasos del Cristo de la Buena Muerte y la Virgen de la Esperanza, dos imágenes muy significativas de la tradición local. Miles de personas contemplaban expectantes las maniobras de la salida. Antonio Bazo, jefe de paso, tenía la complicada labor de sacar la Esperanza con su amplio palio por las ajustadas puertas de San Juan. «Hay que recibirla desde el suelo, levantar más de mil kilos hasta el brazo, y luego al hombro... Es la salida más bonita de la Semana Santa de Cáceres», explicaba poco antes, mientras ultimaba los preparativos.

RACIONALIZAR ESFUERZOS / La procesión retomó ayer su recorrido de veinticinco años atrás, buscando racionalizar el esfuerzo de los hermanos de carga. Bajó a la plaza Mayor y desde allí, por Sancti Espíritu, llegó a Santo Domingo, Concepción, Moret, Pintores y vuelta a San Juan, entre apretadas hileras de público que contemplaba el paso de esta hermandad exquisita en los detalles.

SOBRE LA MUERTE / Abría el cortejo el Cristo de la Buena Muerte, un crucificado barroco del siglo XVII, de reconocida valía histórica y artística, y gran realismo, que representa a Jesús aún vivo. Anoche incorporó una calavera a sus pies como símbolo de triunfo sobre la muerte, una nueva corona de espinas elaborada con algarrobos naturales, y un cirio con una inscripción en recuerdo de los cristianos perseguidos. Javier Barra, su camarero, eligió una composición floral roja y morada con claveles, liatrix y también antirrhinum malvas, burdeos y blancos.

La Esperanza, imagen especialmente querida por la ciudad desde su llegada en 1949, volvió a destacar por su trono de orfebrería en alpaca plateada del taller sevillano de Manuel Román Seco (1960), con palio bordado en el taller de las Mercedes de Coria del Río (lleva la Virgen de la Montaña en el centro) y manto de la casa hispalense de Palacio Arróñiz. Lucía las pequeñas bellotas de oro a modo de alfileres regaladas por la mecenas cacereña Mercedes Calles, un fajín rosa de un coronel fallecido, saya de terciopelo hueso bordada al realce en Sevilla (regalo de dos hermanas) y la medalla del Cuerpo Nacional de Policía, de la que es patrona. Agentes y alumnos la escoltaron de nuevo.

La imagen estrenó la puntilla del tocado regalada por una devota, con un pañuelo a juego confeccionado por su camarera, Sandra García, que cada año ornamenta el paso con un mimo exquisito. Ayer eligió para la Virgen una nueva composición de rosas y lisianthus en blanco y rosa. «Le imprimen juventud y frescura», dijo. Interminables velas iluminaban el trono a su paso por las calles con más sabor popular.

Y VAN 525 AÑOS... / Ya de noche, la cofradía del Humilladero partía del templo del Buen Pastor con el Cristo de la Preciosa Sangre en un año realmente especial, al cumplirse el 525 aniversario de su fundación. La de ayer fue una procesión muy íntima y participativa, porque el público, además de contemplar el paso de la talla, siguió este vía crucis solemne hasta el templo del Espíritu Santo.

Y es que el Cristo de la Preciosa Sangre, tallado en la Casa de Imaginería Serquella en 1970, tiene su lugar propio entre los vecinos de los barrios del sur por su belleza. De tamaño real, fue adquirido por la cofradía del Humilladero para procesionar en lugar de su imagen titular hasta su restauración, pero los hermanos no quisieron relegarlo al templo y cada Miércoles Santo tiene su propia procesión hasta la medianoche, con un único timbal destemplado como acompañamiento, y con medio centenar de cofrades que portan a hombros la imagen, ayer ornamentada con rosas, statis, claveles, lirios, hiedra y brezo. «Llevamos la cofradía en el corazón», destacó el mayordomo, José Diego Rodríguez

Al cierre de esta edición, la talla seguía su recorrido guiada por el jefe de paso, Juan José Merchán, en completo recogimiento y silencio. El Humilladero sabe hacerlo. Son cinco siglos.