A las doce de la noche, cuando el reloj del ayuntamiento marque las campanadas, será el turno para que los Empalaos de Valverde de la Vera recorran entre silencio, tradición y oscuridad las calles de la localidad para cumplir con una costumbre que se remonta a varios siglos atrás, desde los tiempos de Carlos III, y que terminará antes del amanecer, como cada año.

Esta celebración es de Interés Turístico Nacional desde el año 1980 y cada año atrae a más turistas para contemplar el sacrificio y la tradición de los Empalaos. Continúa siendo el acto de la Semana Santa de la comarca de la Vera, y las zonas de alrededor, que más personas congrega.

A partir de la medianoche se comenzarán a oír por las calles de Valverde de la Vera el sonido de las vilortas de los Empalaos que se disponen a realizar su via crucis bien motivado por una promesa o por una manda hecha ante Dios. Cada empalao tiene su motivo.

El empalao camina descalzo y sobre sus hombros lleva un timón de arado sujeto por una soga de esparto que le envuelve el torso y los brazos desnudos. Esta soga, en caso de lluvia, se moja antes de ser colocada para que no haga más daño al empalao.

Además, lleva una enagua blanca que le cubre de cintura para abajo. De la mitad de sus brazos penden un par de vilortas (hierros) con tres aros cada una y una toga, símbolo del crucificado.

Intimidad / Para no ser reconocido, y preservar su intimidad, el empalao cubre su rostro con un velo blanco que sujeta con una corona de espinas, y sobresaliendo por encima de la cabeza, dos espadas cruzadas.

Además, en todo momento va acompañado por un cirineo que se oculta bajo una manta y le alumbra el paso con un farolillo.

Sin duda, es una de las tradiciones más sobrecogedoras y dignas de contemplar en directo por las escenas de sacrificio y fe que se ven en las calles del municipio durante toda la madrugada.

La localidad ya está preparada para vivir, un año más, una noche que quedará para el recuerdo y en la memoria de todos los asistentes.