En la última madrugada, las calles de Valverde de la Vera estuvieron abarrotadas de personas, debido a la popularidad alcanzada, incluso más allá de las fronteras nacionales, por la dura forma que tradicionalmente tienen de hacer penitencia los creyentes católicos que toman parte en el Vía Crucis penitencial de Los empalaos, que cada año tiene lugar en la madrugada del Jueves al Viernes Santo.

Este bello pueblo de la zona norte de la provincia de Cáceres, coincidiendo con la primera luna llena de esta primavera, volvió a ser testigo de cómo la fe sigue viva en el corazón de los lugareños, constituyendo la mejor prueba de ello el elevado número de hombres que recorrieron las empedradas, y en ciertos tramos empinadas calles, con que cuenta la población, vestidos con enaguas, y portando sobre los hombros el madero que les obliga a caminar con los brazos en cruz, sin poder moverlos, durante casi una hora, que es el tiempo que suelen tardar en recorrer las catorce estaciones del vía crucis.

A la medianoche en punto, con las calles por donde discurre el vía crucis a rebosar de curiosos, salieron de sus casas los primeros penitentes de la madrugada del Jueves al Viernes Santo valverdano, que de esta escalofriante manera continúa con la tradición secular de empalarse para redimir sus pecados o dar gracias al altísimo por algún don recibido.

La estampa se repitió una y otra vez, acompañada de las mujeres, que también hacen su particular vía crucis descalzas con una cruz a cuestas, hasta poco antes de que cantaran los gallos anunciando la inminente llegada del nuevo día, mientras la luna, que se había peleado durante las últimas horas con las nubes altas, que cubrían el cielo a ratos, para no perderse el desfile de hombres que ocultaban el rostro con un velo, hacía mutis por el horizonte, como contagiada por el silencio que los penitentes habían impregnado a la noche valverdana, que más promesas y dones recibidos oculta, en secretos que en muchos casos no son desvelados por quiénes cumplen la manda que les llevó a empalarse.

Los aparcamientos, poco a poco fueron quedando vacíos de vehículos, mientras en la cabeza de varias decenas de penitentes rondaba la idea de empalarse en 2018, lo que hace que la tradición esté asegurafa en el futuro, de la misma manera que ha ido pasando de generación en generación durante las últimas centurias.