Estás nervioso?» Faltaban pocas horas para la salida de la Franciscana Cofradía de Nuestro Padre Jesús de la Salud y en el interior de Santo Domingo los costaleros andaban inquietos. Ya se sabe que la paciencia no es precisamente una virtud entre los jóvenes, y en esta hermandad ellos son mayoría. Fundada en 2007 por una directiva que apenas superaba los 30 años, con las redes sociales como entorno natural, y con un mensaje muy directo a su generación, la cofradía de la Salud ya tiene un lugar propio en la Semana Santa cacereña con medio millar de hermanos entregados a su causa. A las ocho y cuarto de ayer, Lunes Santo, iniciaron su procesión. Su frescura atrae, su recorrido se llena, su entusiasmo arranca ahora aplausos, ahora silencios, ahora saetas.

«Esta cofradía me gusta porque ha aportado aires nuevos a la Semana Santa, organiza los cultos de una manera que personalmente me llama», explicaba poco antes de la salida Juan Luis Paniagua, de 24 años, miembro de la Agrupación Musical Nuestro Padre Jesús de la Salud, fundada desde las entrañas de la propia hermandad. «Yo comencé a venir para rezar al Cristo de la Salud, luego me llamó el mundo de costal y ahora voy en la cuarta trabajadera. Es una cofradía con mucha inclusión», relató Martín Soria, de 24 años. Como ellos 72 costaleros, 70 capuchones (una cifra prácticamente imposible de encontrar hoy día en el resto de procesiones), medio centenar de cofrades infantiles, 15 acólitos y varias mantillas emprendieron la salida de Santo Domingo al anochecer. La Agrupación Musical La Expiración, de Salamanca (la joven cofradía ya es capaz de llevar dos bandas), marcó la salida con ‘Tus lágrimas’, marcha dedicada al Cristo de la Salud.

La hermandad ha sabido consolidar un recorrido con solera por el casco viejo, pese a la limitación de su paso, de seis metros de longitud. Los 40 costaleros por turno de Jesús de la Salud, tallado en cedro policromado por el escultor sevillano Rafael Martín Hernández, fueron avanzando a paso costero, sobre los pies, a tres pasos, con levantás al vuelo, a pulso aliviado, a pulso... La imagen titular estrenó túnica burdeos en seda e incorporó la corona franciscana en el hábito nazareno, anudada al cíngulo. El paso de misterio, que ya suma cinco imágenes en su representación de la injusta sentencia ante Pilatos, llevaba ayer cuidadas composiciones de rosas, orquídeas malvas, helechos e iris, además de cuatro cirios votivos por las enfermedades raras, los donantes de órganos, los enfermos de cáncer y las enfermedades mentales.

La hermandad, simbólica donde las haya, avanzó por el casco viejo con sus reliquias de Santa Clara y San Francisco, esta última otorgada en Roma y acompañada por dos cirios con pinturas de pasajes de San Francisco inspiradas en los cuadros de Murillo, en el 400 aniversario de su nacimiento. Los ciriales de la cruz guía también incorporaban este año los símbolos dedicados a los cristianos perseguidos, una petición realizada desde la Iglesia.

Ya en noche cerrada, el paso llegó entre multitudes a Santa Clara, donde los músicos entonaron un poema sinfónico en uno de los momentos más íntimos y recogidos de la Salud, antes de tomar el itinerario de vuelta.

SE ABRE LA CONCATEDRAL / A esa hora, la cofradía de las Batallas ya estaba en las calles cacereñas. Otro estilo, otros hábitos, otras costumbres: el silencio, el hombro, la horquilla, la cadencia en el paso de un largo cortejo... Esta hermandad, muy apegada a la tradición, salió de la concatedral a las nueve de la noche con su habitual orden y recogimiento, recibida por miles de personas. Otro lleno en Lunes Santo.

La cruz guía tan característica de Batallas (la cruz de Santiago, con el corazón con los siete puñales y la corona de espinas), reflejo de su austeridad, inició un nuevo recorrido que este año ha suprimido los adarves para racionalizar el esfuerzo de los hermanos. Porque Batallas tiene su propia forma de hacer, de procesionar, de proceder. Ningún cofrade está asignado a un paso, no hay antigüedad ni derechos, todos rotan y todos avanzan en silencio. «Tenemos nuestro estilo muy marcado dentro de la sobriedad, no hacemos alardes, intentamos transmitir la catequesis en la calle de la forma más seria, así es como lo sentimos», indicó la mayordoma, Inmaculada Hernández.

Las escuadras de gastadores del Cefot volvieron a escoltar los pasos. Hay que recordar que esta hermandad fue creada en el año 1951 por mutilados de guerra en torno a la imagen del Cristo de las Batallas, tallada hace medio siglo a semejanza de la que portaban los Reyes Católicos durante sus campañas. Los pasos iniciaron su recorrido con la marcha ‘La muerte no es el final’, a cargo de la Banda Sinfónica de la Diputación, y ‘La saeta’, interpretada con todo el sentimiento del Humilladero. Sin duda, un inicio para poner a prueba las sensaciones. Tamara Alegre, ganadora del certamen de saetas, también regaló a la procesión su mejor voz.

Tras el grupo propio de tambores, ampliado este año por los adolescentes de la hermandad, abría la comitiva el paso titular, el Cristo de las Batallas, sobre un manto de más de 2.000 claveles amarillos. José María San Félix, responsable de la ornamentación floral de los pasos desde hace más de una década, se entregó durante horas a esta labor. «Visto doce imágenes cada año pero venir a la concatedral de Cáceres siempre resulta muy especial, un privilegio... Esta cofradía y este templo me inspiran», confesó ayer.

Tras el paso titular, los hermanos llevaban anoche con mimo al Cristo del Refugio, un crucificado del siglo XVIII que fue recuperado de un cuarto en el conventual de San Francisco. Impresiona por su rostro, por sus llagas y por su fisonomía, un conjunto acentuado anoche con una acertada combinación de iris y clavel rojo. Cerraba la procesión María Santísima de los Dolores, talla del siglo XVIII llamada ‘la niña’ por su belleza serena. Rosas, antirrhinums, anturiums y matiolas matizaban la sencillez de este paso, que no necesita más acompañamiento que el de los propios hermanos.

Anoche también se celebró un vía crucis a la Montaña con la Cruz de Lampedusa, realizada con los restos de las barcas naufragadas en las costas italianas. El Papa pidió en 2013 que esta cruz fuese llevada por todo el mundo para concienciar sobre el grave problema de los refugiados. Ahora, y hasta el 7 de abril, permanecerá en Cáceres.