Por primera vez el Sábado Santo tuvo dos procesiones en la capital cacereña. Al desfile de la cofradía de Las Batallas se unió ayer el de la hermandad de La Victoria, de Mejostilla, que llevaba seis años procesionando el sábado anterior. Ha sido necesario el cambio al ser el Santísimo Cristo de la Victoria, uno de los pasos de la hermandad, un cristo resucitado. Procesionar antes de este momento no tenía sentido, a pesar de que el traslado de día no ha sido posible hasta que no han logrado hacerse un hueco en el calendario cofrade. Se trata de una de las hermandades más jóvenes.

Para un día tan especial el Cristo de la Victoria (restaurado por Alejandro Montes de Oca en 2012) estrenó sus potencias, regalo del hermano mayor, Claudio Plata, y lucía liliums blancos y rosas rojas. Nuestra Señora del Rosario en sus Misteriosos Dolores (obra de Manuel Luque Bonilla, 2016) vistió por primera vez de dominica, para ir acorde con la cofradía, que pertenece a la orden de predicadores de los dominicos. A sus pies, rosas blancas y rosas.

La cofradía tuvo que hacer algunas modificaciones para poder unirse a este día. Una de ellas fue la música. Y es que la Virgen tuvo que estrenar acompañamiento, que esta vez fue el de la banda de Barcarrota. Siempre salía con ella la del Humilladero pero da la casualidad de que esta agrupación es la que procesiona con Las Batallas, cofradía que también desfiló ayer. Al Cristo de la Victoria le acompañó la banda de Nuestra Señora de la Misericordia. Hubo que modificar también el lugar de llegada. El desfile se recogió en el palacio de Acisjf para no entorpecer la vigilia de la concatedral de Santa María, donde solía terminar siempre. Aún así fue un acierto el cambio de jornada, ya que ayudó a dar vida, aún más si cabe, a la ciudad monumental un Sábado Santo. La plaza Mayor y los adarves estaban abarrotados.

La procesión salió desde la iglesia de San Juan Macías de Mejostilla, escoltada por los hermanos con la vestimenta inspirada en el hábito dominico (túnica blanca, correa de cuero negra con un rosario y capa, capelina con capucha y guantes negros). Pasó por el puente de Mejostilla, en la ronda norte, y recorrió varias calles del barrio hasta llegar a Héroes de Baler. Siguió por San Blas, Peñas, plaza de la Audiencia, Muñoz Chaves, plaza del Duque, plaza Mayor, Gran Vía y San Juan.

A las 20.00 horas partía el cortejo de la cofradía de Las Batallas. La banda de cornetas y tambores Jesús Nazareno de Trujillo anunciaba la salida de Nuestra Señora del Buen Fin y Nazaret, desde la concatedral de Santa María. La imagen es obra de Francisco Berlanga, de 1990. Este año no hubo novedades, después de que el año pasado estrenara alfileres en su vestimenta. De nuevo rosas y claveles rojos adornaban el paso de la Virgen, vestida con la indumentaria hebrea y con una corona de espinas en las manos. Tras ella, podía advertirse la cruz vacía y dos ángeles dormidos, que representan la espera de la resurrección.

Los hermanos de escolta lucían túnica roja, cíngulo amarillo, capa blanca y capuchón y guantes también blancos. Llevaban preparados los plásticos, por su sorprendía la lluvia, aunque finalmente el tiempo les respetó. Cerrando el cortejo iba, como siempre, la banda del Santísimo Cristo del Humilladero. El recogimiento, la sencillez y la sobriedad marcaron una vez más la penúltima procesión de la Semana Santa cacereña.