Un cielo sin nubes propiciaba que la única cofradía del Sábado Santo cacereño cumpliera su estación de penitencia con normalidad. Y así fue. A las 20.00 horas, la Banda de Cornetas y Tambores Jesús Nazareno de Trujillo daba inicio a la procesión de la Cofradía del Santísimo Cristo de las Batallas y María Santísima de los Dolores, que ponía en la plaza de Santa María a un único paso, el de Nuestra Señora del Buen Fin y Nazaret. La talla de la Virgen, obra de Francisco Berlanga de 1990, parte de una mascarilla antigua de la Virgen de los Dolores del siglo XVIII.

La mayordoma de la cofradía, Inmaculada Hernández, tenía previstas varias bolsas de plástico por si la lluvia hacía aparición, no hicieron falta. Tras la banda trujillana, una nutrida representación de la hermandad del Nazareno, cofradía hermana de las Batallas. Salió la imagen de la Virgen, que lucía este año como novedad alfileres nuevos en su vestimenta, donados a la hermandad. Ésta es una de las pocas diferencias del desfile procesional de este año con respecto a 2017. Porque las rosas rojas volvieron a decorar el frontal del paso, como los ‘anthurium’, gladiolos, lirios y claveles que formaban la decoración floral de la Virgen, vestida con la indumentaria hebrea característica, con la conona de espinas en las manos. Detrás, la cruz vacía y dos ángeles dormidos que representan la espera de la resurrección.

Los hermanos de escolta lucían la tradicional túnica roja de esta hermandad, con cíngulo amarillo, capa, capuchón y guantes blancos. Los hermanos de carga, en dos turnos de más de treinta cofrades cada uno, llevaban a hombros la imagen de la Virgen. Ellos, sin capa ni cachupón, sustituído por un verduguillo. Cerraba la procesión la Banda de Cornetas y Tambores del Santísimo Cristo del Humilladero, con alrededor de 75 músicos.

El frío acompañó todo el desfile procesional, en el que participaron alrededor de doscientas personas, con una importante presencia de niños.

De la plaza de Santa María, el cortejo enfiló hacia el Arco de la Estrella, Adarve, Santa Ana y Padre Rosalío. De la Puerta de Mérida, la procesión continuó por Santa Clara, plaza de la Soledad, Pizarro, Sergio Sánchez, San Juan, Gran Vía y plaza Mayor, para volver al Arco de la Estrella y la plaza de Santa María y el palacio Episcopal, donde se recogió la Virgen del Buen Fin y Nazaret.

El desfile estuvo marcado en todo momento, como es habitual en esta hermandad, por el recogimiento y el orden en el desfile procesional, donde todos mantienen la distancia y guardan el mismo paso.

La cofradía de las Batallas pudo culminar así con una procesión que, aunque también pudo salir el año pasado, se ha visto impedida a hacerlo en numerosas ocasiones a causa de la lluvia.

Todo el trayecto estuvo lleno de turistas y cacereños que quisieron disfrutar del único paso del Sábado Santo cacereño. La ciudad disfrutó de una jornada marcada por la gran afluencia de personas que llenaban las terrazas, bares y restaurantes de la ciudad monumental a pesar del frío, que contrastaba con el boato y recogimiento del paso de la Virgen del Buen Fin y Nazaret.

La Semana Santa cacereña enfila su último día, hoy domingo, con el Encuentro de Cristo Resucitado y Nuestra Señora de la Alegría.