El gaokao o prueba de selectividad es el Rubicón del estudiante chino, el que lo condenará a un trabajo físico o le proporcionará el salvoconducto universitario. Se entiende, pues, que muchos confíen en atajos poco éticos. Superadas la artesanal chuleta escondida en los ecovecos de la ropa o las miradas furtivas al pupitre vecino, se impone la alta tecnología.

Una campaña policial terminó el año pasado con más de 1.500 detenidos por robar, vender o comprar las preguntas del examen y por servirse de artilugios para copiar. Algunos de los 60.000 aparatos confiscados eran auriculares de plástico o receptores de radio. Otros los envidiaría James Bond: bolígrafos, relojes, gafas y cinturones de piel modificados para recibir las respuestas del exterior. El castigo: dos semanas de detención y multas de miles de yuanes.

La campaña responde al esfuerzo de Pekín frente a la "extremadamente perniciosa influencia social" de los tramposos. En el asunto participan el Ministerio de Educación e importantes departamentos de seguridad. La policía establece bases en las cercanías de los centros y registra miles de tiendas, sobre todo en mercados de electrónica, en busca de artilugios que permitan copiar los exámenes. Su venta está prohibida en China, pero no cuesta encontrarlos en internet: la pujante demanda asegura la oferta. Unos auriculares de plástico disimulables valen 100 euros.

La provincia norteña de Jilin ha ido más lejos: ha prohibido cualquier objeto de metal o artículo de ropa con piezas metálicas y ha colocado arcos detectores. Eso incluye, como especificaba la carta enviada a los estudiantes, los sujetadores con cierres metálicos. Los que tenían implantes o marcapasos accedieron con un certificado médico.

La compra de respuestas

Los golpes recibidos por un vigilante en Hubei evidencian la magnitud del problema. Confiscó un iPhone a un joven, y tras la prueba, un profesor entró en su despacho ofreciéndole la resolución privada del incidente mientras colocaba sobre la mesa dos abultados fajos de billetes con la inscripción 10-6, el asiento del estudiante en cuestión.

El rechazo del soborno causó una turbamulta de padres que obligó a la policía a escoltar a los 27 vigilantes, que habían sido contratados este año por el condado para combatir la corrupción. Ya existían sospechas por las altas notas de sus estudiantes antes de que uno confesara el pasado año que había comprado las respuestas a un profesor.

Entrar en la universidad no es difícil. Este año se examinaron 9,12 millones de estudiantes para siete millones de plazas. Pero solo los mejores acaban en los centros más importantes. La de Pekín o la de Tsinghua, caladeros de multinacionales y trampolines políticos, exigen más de 600 puntos sobre 750. "Un punto más elimina a miles de oponentes", dicen los profesores.

El examen no solo estimula la industria electrónica. Los economistas ya hablan del efecto gaokao. En Taobao, la principal tienda online china, existen centenares de miles de productos, desde camisetas con inscripciones como Lucha por el examen a guías de estudio o amuletos. La superstición es una vía de ingresos segura en China. Los colgantes de madera roja que en la antigüedad distinguían a los mejores estudiantes se venden a ritmo industrial en el pequinés Templo de Confucio. El gremio de hostelería también disfruta de un fin de semana de oro. Es imposible encontrar habitación en los hoteles cercanos a las sedes de los exámenes. Algunos padres pagan habitaciones de cinco estrellas durante el fin de semana para sus hijos. Muchos restaurantes ofrecen menús gaokao con ingredientes energéticos y estimulantes de la memoria.