El último fleco que quedaba de entre los acuerdos adoptados en 2015 en París, la creación de un mercado mundial del carbono, no se ha podido resolver en Madrid. Se trata de un mecanismo basado en la compra y venta de las emisiones de gases de efecto invernadero, de modo que los países más contaminantes podrían pagar a los que estén por debajo de sus límites a cambio de asumir sus emisiones. La gran discusión sobre este sistema, que sí funciona en la UE, ha girado en torno al riesgo de que se genere una doble contabilidad (si se aprobaba el modelo defendido por China e India), por lo que se ha optado por dejarlo pendiente.