El movimiento 15-M no fue flor de un día. Ha pasado con nota su reválida del 15-O. Está consolidado y se ha convertido en el embrión de la protesta contra la voracidad del capitalismo financiero. ¿Y ahora qué? Es pronto para saber cuáles serán los pasos de un movimiento asambleario de escala mundial que tiene tantas sensibilidades y una repulsa instintiva a erigirse en portavoz de nadie. Crecer, reflexionar y combinar acción en la calle (evitar desahucios, ocupaciones como la de ayer en Barcelona...) con propuestas concretas son las ideas más repetidas.

Democracia Real Ya (DRY), uno de los principales impulsores en Madrid tanto del 15-M como del 15-O, tenía muy claro ayer cuáles son los dos caminos que deberá emprender. En cada país, se abrirá una fase de presentación de propuestas concretas «para que los políticos las lleven a cabo, porque es la manera de lograr el cambio». A escala mundial toca coordinarse y reflexionar. «Hay que ir con calma. Necesitamos tiempo. Para hacer balance de lo conseguido e incluso para elaborar con criterio la proyectos», explicaba ayer Marta, portavoz de turno de DRY, todavía emocionada por el enorme eco de la marcha global que califica de «éxito» sin paliativos tanto por los centenares de miles de personas movilizadas como por su carácter pacífico.

Las propuestas podrán ser presentadas por los organizaciones o por las asambleas, según se decida. De hecho, DRY tiene previsto hacer público su primer gran proyecto esta misma semana: Democracia 4.0, una propuesta para que los ciudadanos participen en la aprobación directa de determinadas leyes sin la intermediación mediante el voto on line con certificado digital.

En Barcelona, a falta de un interlocutor del peso que tiene DRY en el movimiento madrileño, los indignados expresaban ayer sobre todo su satisfacción por el éxito de la manifestación. El debate, como en Madrid, como en el resto de Europa, es cómo crecer a partir de ahora y cómo incluir a tantas personas que salieron a la calle el sábado pasado.

Martí Olivella, director de la entidad Nova, señala una primera conclusión: «Quienes decían que esto era flor de un día... Pues no». Olivella considera ya demostrado que pese a que hay sensibilidades concretas, la protesta es global y ha llegado un momento en que «lo extraño es no ser indignado». Sobre cómo crecerá el movimiento, subraya que ya ahora hay mucha más indignación de la que se ve en los actos de la calle.

Álvaro Alsina, que antes que como indignado prefiere ser citado como un ciudadano, también cree que la protesta fue un éxito, aunque «relativo», ya que hay millones de ciudadanos que no han salido a la calle. Para Alsina, falta un trabajo «de fondo» que será muy complicado y que puede llevar «años»: «No se trata de decirle a la gente lo que tiene que hacer, sino de que la gente vea protestar como algo normal», afirma.

En plena precampaña electoral, los dos grandes partidos optaron por la prudencia a la hora de valorar la exhibición de fuerza del 15-O. Esteban González Pons (PP) mostró su «infinito respeto por los ciudadanos que se han manifestado». «Cuando la expresión de una opinión se hace de manera pacífica hay que escucharla, si es posible atenderla y extraer consecuencias», añadió.

El PSOE llevó la prudencia a tal extremo que Alfredo Pérez Rubalcaba y Carme Chacón ni siquiera mencionaron la cuestión que abría casi todas las portadas de los periódicos españoles y muchos extranjeros en el mitin que celebraron en Sabadell. Fuentes próximas a la dirigente del PSC aseguraron que no hubo voluntad de ninguneo sino que tocaba enviar otros mensajes. Ambos partidos temen que los indignados interfieran en la campaña, como ocurrió en las pasadas municipales y autonómicas.