TStituémonos a inicios de los años 80. Muchas cosas habían cambiado en el mundo, pero el muro de Berlín seguía allí, como una anacronía. "Es como si en Barcelona hubiera un muro en la Diagonal que dividiese la ciudad en dos", comparó una amiga alemana. El muro estaba allí como una herida lacerante: toneladas de hormigón, alambradas y torres de vigilancia desde las que los vopos (acrónimo de Volkspolizei, policía del pueblo) vigilaban que nadie intentara cruzarlo.

Llegué a Berlín con una idea en la cabeza: ver el contraste entre Berlín Este y Berlín Oeste un Primero de Mayo. La experiencia no me defraudó. La Ku'damm entonces el centro de Berlín Oeste, la gran calle comercial, llena de neones, con las ruinas de la iglesia memorial del káiser Guillermo ejerciendo de símbolo y los grandes almacenes Kadewe de templo del consumismo.

"El muro está allí --me comentó un joven alemán en el París Bar--, pero hemos aprendido a no mirarlo. La otra parte es como si no existiera". Pero no opinaba lo mismo la gente mayor. Para ellos, el muro era una vergüenza y recordaban con emoción las palabras de John Kennedy en 1963: "Ich bin ein Berliner" ("Yo también soy berlinés").

Tras asistir al consumismo desenfrenado en Berlín Oeste, crucé al Este por Checkpoint Charlie. Ahora los turistas se hacen fotos allí sonriendo, pero entonces era un lugar lúgubre, con adustos policías que te cacheaban sin permitir la más mínima sonrisa.

Al otro lado, en la Friedrichstrasse, había murales comunistas y cientos de Trabant. La avenida Unter den Linden quedaba cortada por el muro en la Puerta de Brandenburgo y los enormes bloques soviéticos de Alexanderplatz custodiaban un espacio sin encanto.

En la Karl Marx Allee se celebró el del Primero de Mayo. Otro mundo. Miles de personas, banderas rojas, retratos de Marx y Lenin, pancartas comunistas, viejos luchadores con medallas- Todo el mundo parecía comulgar con el Partido, pero recuerdo que cuando acabó la manifestación una joven del Este me dijo: "El muro caerá un día, pero ni tú ni yo lo veremos. Faltan muchos años para que esto suceda". Por suerte, se equivocaba.