No es Ferrán Adriá ni su restaurante El Bulli, pero ha dejado su impronta en los alumnos que han pasado por la Escuela Municipal de Cocina Luis Irízar de Plasencia desde que comenzó a funcionar hace trece años. También en los compañeros de profesión de la región porque son estos quienes le acaban de premiar con el Caldero de Honor de la Asociación de Cocineros y Reposteros de Extremadura por su dedicación al trabajo y trayectoria profesional.

No es para menos porque Jesús Fragua Herranz cumple este mes 40 años en una profesión que le apasiona, tanto en su faceta formativa como en la de jefe de cocina de un restaurante, y en la que empezó con tan solo 14 años.

"Empecé como todos, fregando platos", recuerda. Fue en el hotel de cuatro estrellas Claridge de Madrid, donde recaló desde su pueblo natal, Navalperal de Pinares, en Avila, con la intención de buscar trabajo. Entonces descubrió la cocina profesionalmente porque hasta ese momento "en mi casa cocinaban mi madre y mi abuela y no interpretaba la cocina como un oficio que pudieran hacer los hombres y de una forma profesional".

Su curiosidad y sus ganas de seguir aprendiendo le han llevado a recorrer hasta 18 restaurantes y hoteles distintos a lo largo de su vida y de ciudades tan dispares como Madrid, Valencia, San Sebastián, Avila, Cáceres, Plasencia e incluso Melilla.

"Antes, te tenías que buscar la vida para aprender, ahora lo tienen muy fácil, en dos años de un curso de cocina ya tienen los conocimientos y práctica suficiente como para ser un buen ayudante de cocina", afirma.

En su caso, a los 24 años llegó a ser jefe de cocina y reconocido porque "casi siempre han ido a llamar a mi puerta". Además, reconoce que en su vida profesional han prevalecido sus ganas de aprender porque "he dejado muchos trabajos por aprender y conocer sitios, aunque ganara menos dinero".

Esto le ha llevado incluso a Francia, en una época en la que "era la mejor cocina que había". Recuerda que a Extremadura llegó hace más de veinte años de la mano del restaurante Malvasía de Cáceres y pasó después a dirigir la cocina del hotel Alfonso VIII de Plasencia.

Tras los años de aprendizaje, casado y con tres hijos, decidió "enseñar lo que había aprendido con trabajos diferentes" y desde 1997 dirige la escuela municipal de cocina de Plasencia, donde aspira a permanecer "hasta que me echen, como se suele decir".

Desde aquí pule diamantes en bruto , entre ellos, una de sus hijas, Carolina, que pasó por la escuela y ahora ejerce junto a Karlos Arguiñano. Por todo, agradece el premio que acaba de recibir porque "es la recompensa al esfuerzo de toda mi vida y lo más importante es que me lo han dado mis propios compañeros".