Un 8% de los barceloneses, en su mayoría residentes en la zona sur de la ciudad, se abastece con agua procedente del río Llobregat que, en ocasiones, supera los niveles máximos permitidos de trihalometanos, un compuesto químico que, consumido a largo plazo, puede tener efectos cancerígenos.

Esta sustancia se genera durante el proceso de potabilización del agua por la reacción de la materia orgánica, aún no tratada, con el cloro utilizado para desinfectar, según explicó ayer el gerente de la Agencia de Salud Pública de Barcelona, Joan Guix, durante la presentación del informe La salud en Barcelona 2006 .

El límite legal que establece la Unión Europea (UE) de este compuesto en el agua de grifo es de 150 microgramos por litro, pero en algunas zonas de la capital catalana se han detectado hasta 156,6 microgramos por litro.

Guix reconoció en Barcelona ya hace una década que se tiene constancia de esta anomalía en la calidad del agua.

Por su parte, Aguas de Barcelona aseguró que el agua que se consume, tanto la del río Llobregat como la del Ter "cumple todas las características que la hacen apta para el consumo humano".