La pasividad del pasajero que presenció la agresión hace unos días a una ecuatoriana en un tren de Barcelona es "comprensible" y, de hecho, ochenta de cada cien personas "probablemente" tampoco habrían actuado por miedo o indiferencia, ha explicado a EFE el catedrático de Psiquiatría Francisco Alonso. A juicio de Alonso, presidente de la Asociación Europea de Psicología Social y director del Instituto de Psiquiatras de la Lengua Española, no se debe "hundir" a esta persona por lo ocurrido y, por supuesto, tampoco asociar su actitud con el nazismo, tal y como hizo ayer la presidenta de Madrid, Esperanza Aguirre.

En una entrevista con EFE, Alonso ha explicado que los motivos por los que las personas se inhiben ante una situación conflictiva son tres: el miedo o temor, la indiferencia y estar embebido en los propios problemas. En unas circunstancias como las vividas en el vagón por el joven pasajero, ochenta de cada cien personas "probablemente" habrían actuado igual que él, ha subrayado el catedrático emérito y miembro de la Real Academia de Medicina.

"El joven padeció una situación muy propicia para dejarse llevar por el miedo; estaba sólo junto al atacante y la víctima, y el hecho de no ser español -tiene nacionalidad argentina- también le hace sentirse "en un país extraño". El "contrapunto absoluto" es el caso del joven que murió esta semana en Valencia tras ser golpeado por la pareja de una chica a la que intentaba defender durante una discusión en la calle.

A juicio del catedrático emérito, las personas que sí intervienen en situaciones de conflicto o injusticia, "no tienen miedo, lo vencen o lo contienen", y además poseen un espíritu altruista y solidario. Hoy se da la coincidencia de que "ha aumentado el miedo y la indiferencia en la sociedad, y ha disminuido la solidaridad". Al mismo tiempo, Alonso ha pronosticado que estas conductas de inhibición "serán cada vez más frecuentes, porque hay más inseguridad social, aumentan las personas que portan armas, de fuego o blancas....".

"La proliferación de armas es terrible no sólo porque son un instrumento de violencia sino fuente de violencia: las personas que portan armas tienen mayor tendencia a matar y a agredir, que cuando no van armadas". A juicio del catedrático, "se han perdido valores de altruismo y de solidaridad, en la misma proporción en la que se ha producido una inflación del egocentrismo y del narcisismo".