Entre el año 2000 y el 2017 murieron unos 123 millones de niños en todo el mundo. El mapa de la mortalidad infantil de los últimos 20 años muestra un panorama cada vez más fragmentado. Mientras la tendencia global muestra una disminución generalizada, la gran mayoría de fallecimientos se sigue concentrando en las zonas más pobres del globo.

Un nuevo estudio, publicado ayer en la revista Nature, apunta que el 93% de las muertes infantiles en el 2017 tuvieron lugar en países de medios y bajos ingresos. Y, según estiman los expertos, en ausencia de desigualdades geográficas el 58% de estos decesos podría haberse evitado. Por ejemplo, garantizando el acceso de los niños a una atención médica adecuada y unas pautas correctas de alimentación e higiene.

En su hoja de ruta para los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), la ONU se propuso acabar con las muertes infantiles prevenibles para el año 2030. Los datos indican que en los últimos 20 años los decesos infantiles han caído casi a la mitad. Aun así, los expertos apuntan que sigue siendo un grave problema que el riesgo de morir de un niño antes de los 5 años varíe en función de su lugar de nacimiento.

Incluso dentro de un mismo país, los niveles socioeconómicos de los hogares y el acceso a los recursos determinan la supervivencia de los más pequeños. «Estas inconsistencias indican cómo las diferencias en las políticas de salud, los recursos financieros, el acceso y el uso de los servicios de salud, la infraestructura y el desarrollo económico contribuyen en última instancia a millones de vidas», argumenta el estudio.

La investigación se centra en identificar las tendencias de mortalidad infantil en 99 países de ingresos medios y bajos. El resultado muestra que la mayor concentración de decesos de menores tiene lugar en India, Nigeria, Pakistán y la República Democrática del Congo.