La carne fabricada en laboratorio se convirtió en realidad en el 2013, cuando un grupo de investigadores holandeses, financiados por Segey Brin (uno de los fundadores de Google), presentaron las tres primeras hamburguesas artificiales. Sus creadores fundaron en 2016 la empresa MosaMeat, que persigue convertirlas en una realidad industrial. Peter Verstrate, un científico de la alimentación, fue uno de los protagonistas de esa hazaña y codirige MosaMeat.

—¿Necesitamos carne artificial?

—Desde el punto nutricional, no necesitamos la carne. Pero la gente está enganchada y la mayoría no renunciará a ella. Hay que darles alternativas. Porque hay asuntos preocupantes vinculados con la carne: el cambio climático, el uso de la tierra, del agua, la resistencia a los antibióticos, la crueldad con los animales…

—¿Fabricar carne artificial consume menos energía que la ganadería de toda la vida?

—A pequeña escala, consume mucha energía. A mayor escala, suponemos que su uso de energía sería el mismo que se necesita para producir el pollo [mucha menos que la necesaria para la ternera], pero sin emitir metano [que sí producen los animales].

—¿Sería igual de saludable que la carne de toda la vida?

—La carne artificial se hace en condiciones estériles: está más protegida de las infecciones. Los nutrientes se controlan mejor, porque el recorrido entre los que introducimos y el producto es más corto.

—¿Hay consecuencias indeseadas?

—No quiero deshacerme del paisaje punteado de vacas de la montaña Suiza, sino de las grandes ganaderías industriales.

—¿Su propuesta es viable o es una excusa para retrasar acciones que podrían afectar los intereses de la industria cárnica?

—La industria de la carne no está tan organizada como las tabacaleras. Además, el cambio no es inminente. La industria es curiosa: quiere subirse a este tren aunque no saben adonde irá.

—¿El proceso requiere modificaciones genéticas?

—De entrada, hay que sacar células de una vaca real. Otras empresas las modifican genéticamente para inmortalizarlas. Nosotros no, por la aceptación y la legislación en Europa.

—Se entiende que se necesita suero fetal bovino, que requiere matar a fetos de vaca.

—Eso ya no es necesario. Cuando sacas las células, debes darles nutrientes, pero también debes crear un ambiente parecido al entorno animal. Hasta hace poco, se usaba sangre extraída de los fetos de vaca, que morían en el proceso. Ahora, hemos desarrollado un suero que se extrae de algas y bacterias.

—¿La carne artificial reemplazará a la real?

—Estamos creando un producto idéntico a la carne, pero sin crueldad ni problemas climáticos. Cuando esté en el mercado, los reguladores empezarán a regular para reducir la carne tradicional. Pero los primeros productos de supermercado tardarán al menos 10 años.

—¿Usted come carne?

Sí. Pero en las últimas tres semanas lo he dejado para ver qué pasa. No me importa comer carne. Lo que no quiero es que se descontrole, porque somos demasiados y demasiado ricos.