Hace tres días que nadie muere oficialmente en México del nuevo virus de la influenza , y Marisol besa sin tapabocas la Santa Muerte de oro que cuelga al cuello para rogarle que le envíe algún cliente o a ella la matará el hambre. Hace una semana que no hace ni un servicio.

Marisol comparte junto a otra treintena de prostitutas la acera de la calle de Soria con la calzada de Tlalpan. En México las llaman servidoras sexuales , pero estos días no sirven a casi nadie. "Ya les conté a mis clientes fijos que no tenían nada que temer, que la influenza no se transmite por vía sexual, pero tienen miedo y yo empiezo a estar desesperada". ¿Y los besos? "¿Usted no sabía que a nosotras no nos gusta besar en la boca?".

Los primeros días llevaron máscaras a cambio de que la policía les permitiera seguir trabajando en la calle, pero ahora las pocas que la usan se la bajan al llegar a su esquina.

Los mexicanos están cansados de la máscara. Y enfadados, tras descubrir en los medios que el resto del mundo les tratan como apestados. Muchos empiezan a saltarse las normas e intentan volver a la normalidad a cara descubierta.

A Mariano Aguilar ni se le pasó por la cabeza aplazar la fiesta de sus 75 años. "A mí, la única influenza que me ataca es la de la felicidad", contó el sábado por la noche tras unas buenas dosis de tequila. Juntó a un centenar de familiares y buenos amigos en el patio de su casa del barrio de San Diego. De todos, solo un amigo llevaba mascarilla, pero al cuello, porque eso de bajarla y subirla para echarse unos tragos de tequila se le hacía muy trabajoso.

"Señorita, ¿me podría hacer un regalo de cumpleaños?". Con gusto. "Escriba bien de los mexicanos. Cuente que no dejaremos que nos maten de pena", rogó Aguilar.

Los amigos de Aguilar no fueron los únicos que el sábado salieron de parranda desoyendo las recomendaciones oficiales de afinamiento domiciliario. La plaza de Garibaldi estaba abarrotada de mariachis. Tantos, que las rancheras de unos se mezclaban con las de al lado.

Apenas tres músicos, del largo centenar, cantaban con la boca escondida.

En los seriales aún no hay mascarillas. Los guionistas sostienen que bastante sufre ya la gente. Pero hay un detalle nuevo: han bajado en picado los besos. Marimar Vega, estrella de Eternamente tuya , ya ha dicho que ella no besa, y en Alma de hierro se analiza suspender el llanto. Sin besos ni lágrimas, la influenza acabará con la telenovela.