TDtesde que comenzó el siglo XXI, nunca había asistido tanto público al acto institucional del Día de Extremadura en Mérida. La culpa de la cola inacabable era la actuación de la extremeña Bebe, pero esta chica se merece una columna sólo para ella. Hoy quiero contarles cómo se resolvió una intriga que me inquietaba cuando comenzó el acto institucional. Desde que asisto a esta fiesta cada siete de septiembre, el primero en tomar la palabra es el alcalde de Mérida, Pedro Acedo, y cada siete de septiembre acaba despeñándose por los terrenos más embarrados del garbancerismo. En lugar de mostrarse institucional, solemne y universal, como requiere la ocasión, Acedo suele tratar los temas más localistas y variopintos: que si la calle de Ramallo, que si las necesidades de Mérida, que si el estatuto de capitalidad... Temas todos ellos muy importantes, pero no para tratar en un foro que requiere contenidos de más fuste.

¿Qué pasaría este año? ¿Volvería Acedo a darse un baño garbancero con el tema más insospechado de la actualidad emeritense o su discurso tendría, por fin, altura de miras? Pues si quieren que les diga la verdad, este año me ha dejado encantado y ya puedo proclamar a los cuatro vientos que Pedro Acedo ha dejado de ser garbancero. Su discurso fue institucional, casi presidencial, dejó claro que no era aquél lugar para localismos y acabó con un unificador grito: ¡Viva Extremadura!, que fue coreado con entusiasmo. Ahora sí, ahora sí que estamos ante un candidato a liderar el PP, ante un líder presidenciable.