TEtl otro día fui a la ópera al Auditorio de Cáceres y conocí, mejor dicho, sufrí, a las acomodadoras parlanchinas. En el Auditorio cacereño ha habido novedades: ya abren la taquilla durante la semana (por cierto, ¿por qué costaba un euro más ver Tosca en Cáceres (25) que en Badajoz (24) en butaca de patio?). También hay nuevo personal cortando las entradas y acomodando a los espectadores y hasta ahí nada que objetar pues son amables y eficaces. Lo que sí llama la atención es que las acomodadoras, si se aburren, se sienten en las escaleras y se pongan a parlotear mientras tenores y sopranos se afanan en emocionar al público con una ópera tan poco populista como Tosca .

El pasado jueves, durante el último acto de la obra de Puccini, las acomodadoras de gallinero debían de estar algo aburridas y no se les ocurrió otra cosa para entretenerse que aposentarse en las escaleras y empezar a contarse aventuras y desventuras. Que la soprano elevaba el tono y la orquesta atacaba un tutti, pues ellas también levantaban la voz. Que el barítono tronaba, pues ellas se desgañitaban. Yo comprendo que se aburran, pero no les perdono que me impidieran disfrutar de E lucevan le estelle , una de las únicas tres arias de Tosca . Entiendo que no les guste la ópera, pero caramba, que se vayan a charlar al ambigú. No sé si en gallinero , como es más barato, vale todo, pero tras avanzar en profesionalidad con detalles como no dejar entrar a los conciertos cuando ya han empezado, no se puede retroceder ahora fomentando la especie de las acomodadoras parlanchinas.