Remedios Sánchez pasó de hacer gazpacho y croquetas para los policías de la comisaría de la calle de Balmes a, presuntamente, asesinar ancianas a las que robaba unas joyas que ni vendía. Sin haber tenido ni un encontronazo con la ley, Remedios Sánchez consiguió esquivar a los Mossos varias semanas del verano del 2006 en las que trabajaron contrarreloj para poner nombre y apellidos a las imágenes que tenían de la asesina. Pero cuando la identificaron, los investigadores comprobaron que pocas veces tienen tal cantidad de pruebas que incriminen a un detenido por asesinato.

"Hacía mucho tiempo que no trabajaba en un caso que reuniera tantas pruebas incriminatorias", reconoció ayer en la segunda sesión del juicio el intendente Josep Lluís Trapero, responsable en su día de la investigación. Acompañado del inspector Josep Monteys, Trapero detuvo a Remedios Sánchez cuando introducía monedas en una máquina tragaperras la tarde que, tras haber sido identificada, más de 200 mossos d´esquadra se distribuyeron por varias manzanas del Eixample buscando a la mujer.

Ella ni se inmutó. La detuvieron ellos, pero pudo haber sido cualquiera de las decenas de agentes que trabajaron en esa compleja investigación. Unas pesquisas que también detalló desde la tribuna de testigos el sargento Josep Porta, responsable del área a cuyo mando está el grupo de homicidios de Barcelona.

Trapero, como el martes ya hicieron las supervivientes, desmontó la coartada de que la asesina fue una realquilada de Sánchez llamada Mari. En el registro de su casa no se encontró nada que hiciera sospechar que compartía piso.