THtay niños más aptos para una jaula que para un aula. Niños enfermos de un odio temprano que sólo sanarían tras una temporada sin tele y una rigurosa recalificación de neuronas en la cabeza de sus padres. Como han crecido sin freno, ven normal ir por la vida arrollándolo todo. El que uno de cada cinco niños sufra acoso en clase no es muy novedoso, lo nuevo resulta que sean los profesores quienes deban acudir a clase con el miedo palpitándoles entre las páginas de los libros. Esto es grave, aunque tengo observado que la violencia se rige por la fuerza de la gravedad, de arriba abajo, como esas pirámides que hacen en las bodas con las copas de champán, en las que la de arriba anega a las de abajo. Del mismo modo el fuerte abusa del débil, el joven del anciano, el rico del pobre, el enfermo del sano, el niño bruto del niño sensible. Siempre hacia abajo. Lo que no me explico es qué pintan los profesores una copa por debajo de sus alumnos. Lo nunca visto. Cantaba un romance viejo: "mal oviesse el caballero, que sin espuelas cabalga", que es como decir que entre la voluntad del caballo y la del caballero ha de mediar la espuela, una ley que imponga autoridad sobre los brutos. Permanecimos impasibles mientras el maestro pasaba de ser un señor al que se trataba de usted a ser un tipejo al que se nombra de tío y de colega. Y ahora nos escandalizamos. Pobres caballeros sin espuelas, sin el respaldo de la Administración ni de los padres, víctimas de los potrillos a los que quisieran educar. Si es cierto que Ibarra deja la política para dedicarse a la enseñanza, casi mejor que no despida a sus guardaespaldas: es posible que sea ahora cuando más los necesite.