A las nueve de la mañana de ayer, tres horas antes de que comenzara el ángelus y el acto de desagravio al Pontífice, decenas de miembros de la Comunidad Neocatecumenal de Milán danzaban en círculo en la plaza de San Pedro (Roma), junto a una pancarta que rezaba: "Contra el Papa = Contra la humanidad". Una hora más tarde, el lugar ya estaba repleto de fieles que se acercaron hasta allí para mostrar apoyo a Benedicto XVI tras los incidentes de la universidad romana de La Sapienza, donde un grupo de profesores y alumnos protestaron contra la anunciada visita del Pontífice. Esto provocó que este, acusado de poseer una mentalidad precientífica, decidiera no asistir.

Entre gritos de "¡Viva Benedicto!", los congregados mostraron la fuerza de la Iglesia en el país mediterráneo. "Toda Italia muestra su solidaridad", le había dicho al Pontífice Camillo Ruini, cardenal vicario de Roma y responsable de la convocatoria de un acto que los italianos, tan adictos a los anglicismos, bautizaron como el Papa Day. Esa "toda Italia" se tradujo en más de 100.000 personas --200.000 según el Vaticano-- guiadas por el tamtan católico de los últimos días. Autobuses llegados de Lombardía, Piamonte, Veneto o Liguria, políticos --incluido el viceprimer ministro, Francesco Rutelli-- y sindicalistas se dieron cita frente a la basílica de San Pedro.

LOS NUMEROS ¿Fue el acto un éxito? En términos numéricos, se situó muy por encima de un ángelus convencional, en el que unos 20.000 fieles acuden a rezar con el Papa. Pero no congregó a las masas de importantes ocasiones anteriores, como la canonización de José María Escrivá de Balaguer, que reunió en el 2002 a 300.000 personas, o la del celebérrimo Padre Pío, que congregó el mismo año a idéntica cifra de asistentes.

Un día antes del desquite papal, el presidente de la CEI, el cardenal Angelo Bagnasco, declaró al diario La Repubblica : "No buscamos una demostración de fuerza. Las protestas universitarias son agua pasada". Sin embargo, ni los asistentes --cuyas pancartas decían "Si el Papa no va a la Sapienza, la Sapienza va ante el Papa" o "Basta de intolerancia anticatólica"-- ni el Pontífice, que aludió a los incidentes estudiantiles, actuaron como si se tratase de un conflicto ya superado.

"Quiero saludar a los universitarios", dijo Benedicto XVI, dirigiéndose a esos profesores y alumnos que no le afean que en 1990 echara mano de una cita ajena que celebra el proceso de la Iglesia contra Galileo, ni tampoco ven nada preocupante en que oficie, como hizo la semana pasada, una misa de espaldas a los asistentes, según el estilo previo al Concilio Vaticano II. "El clima que se creó en La Sapienza hizo inoportuna mi presencia. El ambiente docente ha de buscar el diálogo respetuoso y el acercamiento de posiciones". Los asistentes, entregados, jalearon todas sus frases con gritos de "¡Benedicto, Benedicto!".