Vuelta al pasado: todos los hombres y mujeres involucrados en el secuestro de Maria Angels Feliu, volverán, a su pesar, a convertirse en personajes públicos. El juicio por el secuestro de la farmacéutica de Olot, que empieza el miércoles, les obligará a rememorar su papel en el suceso de esas características más largo, y de mayor repercusión, de la historia de España. Desde que Feliu fue liberada, el 27 de marzo de 1994, las vidas de todos han cambiado: nuevas parejas, hijos, trabajos diferentes, mudanzas obligadas...

Maria Angels Feliu continúa en su farmacia. Allí trabajaba junto con su hermana Carme cuando fue secuestrada y allí sigue actualmente. Sin embargo, ha cambiado de domicilio y ahora vive en una casa unifamiliar en Olot junto a sus tres hijos, de 12, 14 y 15 años. La repercusión que pueda tener en ellos el macroproceso es ahora su máxima preocupación. Maria Angels se separó de su marido.

Antoni Guirado, el policía local de Olot que confesó el secuestro, sigue cobrando un sueldo del ayuntamiento. El consistorio está obligado a pagarle hasta que se dicte sentencia. El procesado ha abandonado su ciudad y reside un municipio muy próximo.

José Luis Paz, Pato, sabe que probablemente perderá su nuevo empleo como electricista a causa del juicio. El imputado ya tuvo que deshacerse de su antiguo negocio, el pub Pink, cuando fue detenido. Está separado de su mujer, tiene un hijo y vive cerca de Girona.

Juan Manuel Pérez Funes, Juanma está imputado por haber construido el zulo donde permaneció la farmacéutica. Aún vive en Vic, como cuando fue detenido.

Sebasti Comas, alias Iñaki, carcelero de Maria Angels Feliu, recibe atención psiquiátrica desde que obtuvo la libertad provisional el año pasado. Comparte con su novia una masía aislada en Osona. No tiene un empleo fijo y trabaja esporádicamente como camarero.

Ramon Ullastre y Montserrat Teixidor, matrimonio, aún no ha podido regresar a su domicilio de en Sant Pere de Torelló (Osona), donde estaba el zulo en el que la farmacéutica permaneció 492 días encerrada.

Xavier Bassa, uno de los dos primeros acusados del caso, afirma sentirse "feliz". Hace sólo dos meses tuvo un hijo con su nueva compañera. Bassa trabaja como representante de una empresa alemana y reside en una masía.

Joan Casals, procesado desde 1993, es agente comercial. Afincado en Vigo, ha tenido que medicarse por la angustia que le provoca el inminente juicio.