Hubo un tiempo en el que cambiar una bombilla era enfrentarse poco menos que al Sol. Quemaba como un diablo, así que había que echar mano de un trapo, un calcetín o lo que uno tuviera a mano para no quedarse sin huella dactilar. Ese hermano mayor subido al taburete, tomando la responsabilidad de devolver la luz a la habitación, mientras la familia le asistía sosteniendo el recambio, frágil y endeble. La lámpara incandescente empezó a desaparecer en el 2009 -las primeras fueron las de 100 watios-; ahora sigue sus pasos el foco halógeno. Bajo el mismo precepto: reducir el consumo, achicar la factura eléctrica y echar una mano al medio ambiente. Desde este jueves, tal y como manda y ordena la Unión Europea (UE), las tiendas solo pueden deshacerse del estoc, nada de distribuir producto nuevo. Dejen paso al LED, que entre otras bondades, no quema.

Lo primero que debe saber el ciudadano es que no será necesario que adapte su instalación eléctrica. "Una cosa es lo que cae del hilo y otra, lo que queda detrás de la pared. Eso no hará falta tocarlo", aporta Alfredo Berges, director general de la Asociación Nacional de Fabricantes de Iluminación (Anfalum). Según los cálculos del sector, las halógenas suponen a día de hoy el 10% del mercado, y se estima que en seis meses deberían agotarse completamente las existencias en los establecimientos autorizados. El tránsito hacia el LED, sin embargo, no es fácil de digerir, ya que atañe al bolsillo, lugar poco dado a mirar a medio y largo plazo. El diodo emisor de luz es entre tres y cuatro veces más caro que el halógeno, y eso, de entrada, hace fruncir el ceño. Pero si se observa más allá del horizonte numérico, en un plazo no superior a dos años ya se empieza a ahorrar, puesto que al margen de engullir muchos menos watios, esta iluminación dura hasta 25 veces más que la convencional.

CON LA BOMBILLA A LA TIENDA

José Luis Pla es el jefe de compras de Servei Estació. Explica que todavía son muchas las personas que se acercan a la tienda nodriza de esta cadena, sita en la barcelonesa calle de Aragó, con la bombilla de toda la vida fundida en la mano. "La traen quemada, llena de polvo, y te piden un recambio igual. Entonces les intentas explicar que ya no se venden, que debería apostar por el LED". Y claro, aparece el escollo del precio. "Es cierto, el coste es quizás el único inconveniente que tiene todavía esta tecnología". Lo compara con los ordenadores, que un día te compras uno y a la mañana siguiente ya está desfasado. "Es uno de los productos que más rápido se queda obsoleto", aporta Antònia Martínez, directora de esta empresa con 86 años de vida.

El veto al foco halógeno no afectará a las bombillas halógenas. Unos se diferencian de las otras porque los primeros son direccionales, mientras que las segundos no lo son. Su luz es en todas direcciones, resumiendo. La moratoria, en este caso, se amplía hasta el 2018, ya que el gobierno comunitario ha considerado que todavía no existe un sustitutivo eficiente. De este modo, y paso a paso, los hogares tendrán la misma luz a un coste muy inferior. Con permiso de las eléctricas.