Se fue sin conocer el olvido y con eso está dicho todo. Matías Prats ha sido la voz más conocida de la radio española y no es fácil que nadie pueda repetir su prodigiosa trayectoria en un medio que devora a sus criaturas porque todos en el barco están pendientes del correr del escalafón. Con sus gafas de ciego, su decir pleonásmico, su memoria de mamut y su insólita bonhomía, Matías Prats ha sido la excepción en este mundo que confía más en la inspiración que en el estudio. Matías lo sabía todo porque todo lo había estudiado antes. Hacía fácil lo más difícil: hablar diciendo cosas, hablar sin decir tonterías.

Era algo redicho pero hay que pensar que ésa era la forma de hablar propia de los años de su mocedad. Nadie como él narró el correr del balón, la suerte del toro, la brutal belleza del boxeo.

Después vinieron otros mil goles. Ha muerto como recomendaba su paisano aquel Séneca: asumiendo con serenidad el paso del tiempo. Si pensamos que ha vivido noventa años y que se va sin conocer el olvido, bien podríamos decir que ha sido un hombre feliz. Y muy querido. Poco más se puede obtener en esta vida. Adiós, maestro.

*Periodista