TEtscribo su nombre al principio, para que no se nos olvide. Adoración Zubeldia , la viuda de José Javier Mújica , asesinado por ETA. Escribo su nombre al principio porque somos muy dados al olvido, es más, es lo que nos pide la sociedad, dicen ahora. Hay que pasar página y perdonar, como si fuera tan fácil. Dar ejemplo de valentía. Como Adoración Zubeldia. Pero el coraje de esta mujer no tiene nada que ver con el sacrificio exigido. La valentía no consiste en esas broncas peleas sobre a quién corresponde el mérito de haber acabado con la banda terrorista, o de haber firmado la paz, como se empeñan en escribir algunos. Hasta donde yo sé, no vivíamos inmersos en ninguna guerra, sino en una sucesión sangrienta de atentados sin sentido. Y da igual por qué, cómo o cuándo se ha acabado con ella, campaña electoral incluida. Habrá que ver a qué se dedicarán los supuestos valientes que quemaban contenedores, cajeros o autobuses. Los intrépidos de las pintadas amenazantes, los de la diana, con nombre en medio. Los héroes que no se levantan en presencia de un juez. Hasta las víctimas que quedan en pie y sus hijos, y sus mujeres, y toda su familia. Los vecinos que miraban para otro lado. Los compañeros de estudios, los del trabajo que agacharon la cabeza. Los que se cruzaban de acera o negaban el saludo. Nosotros mismos. Por eso escribo su nombre también al final. Adoración Zubeldia. La mujer que oyó la explosión y vio cómo se quemaba el cuerpo de su marido. Más allá del dolor y la venganza, y mucho más allá del perdón o la justicia, está el coraje que no ha tenido esta sociedad para enfrentarse a los ojos de los asesinos.