Es probable que escritores británicos como Thomas de Quincey, que debe gran parte de su fama a las Confesiones de un inglés comedor de opio, o Graham Greene, que se convirtió en fumador inmortal durante sus correrías por Malasia y Vietnam, se frotaran las manos con una gran sonrisa si aún vivieran para verlo: el suelo donde nacieron se va abriendo poco a poco al cultivo de la famosa adormidera.

Para usos farmacéuticos, claro. Una empresa británica anunció ayer que está contratando agricultores para que cultiven el opio destinado a elaborar diamorfina, un medicamento que actúa de modo similar a la morfina para aliviar el dolor agudo.

Actualmente existe una superficie de 3.000 hectáreas destinadas a este cultivo, introducido en el Reino Unido hace tres años.