Fumata blanca en Berlín. Tras una noche en blanco y más de 18 horas de "duras negociaciones", el Gobierno de la cancillera Angela Merkel ha acordado este viernes un paquete de medidas con el que pretende combatir el cambio climático e impulsar una nueva transición verde en Alemania.

Ha sido un parto muy difícil pero se espera que marque la legislatura y el legado de la canciller. Y es que el pacto entre conservadores (CDU/CSU) y socialdemócratas (SPD) fija la introducción de un precio para las emisiones de dióxido de carbono (CO2) en el sector de la construcción y el transporte que encarecerá el uso de gasolina, diésel, gasóleo para la calefacción y gas natural. Ese aumento se aplicará a través de un mecanismo de comercio de emisiones y se pondrá en marcha a partir del 2021. Así, la visión de los de Merkel se ha impuesto mientras que la petición socialdemócrata de crear un impuesto al CO2 ha sido descartada.

El objetivo compartido de las negociaciones ha sido impulsar un plan en el que las nuevas políticas no perjudiquen ni a la industria ni tampoco a la clase trabajadora, un plan económicamente sensato y socialmente aceptable, como lo ha descrito Merkel. Así, ese encarecimiento del gas de efecto invernadero se compensará con incentivos y beneficios fiscales para aquellos que se pasen a energías más limpias.

INVERSIÓN PARA EL CLIMA Y LA ECONOMÍA

Según avanzó la prensa en los últimos días, el ejecutivo destinará hasta 54.000 millones de euros a un plan que han descrito como "ambicioso". Su misión será cumplir con unos objetivos climáticos de 2030 que aún quedan lejos, eso es, con una reducción del 55% de las emisiones de CO2 en base a las de 1990.

En las más de 200 páginas del documento figuran medidas como sancionar los coches más contaminantes e incentivar los eléctricos, encarecer los vuelo nacionales y reducir el precio del transporte público, transformar la agricultura a un sistema con menos emisiones, construir más puntos de carga para coches eléctricos o prohibir la calefacción de gasóleo a partir del 2030.

Además de cumplir con sus objetivos medioambientales la medida también pretende impulsar una economía alemana al borde de la recesión a base de inversiones públicas que ayuden a modernizar la industria. Berlín ya anunciado que puede subvencionar el plan sin romper con su dogmático equilibrio presupuestario.

EL LEGADO

Este paquete es, muy probablemente, la última gran medida política de Merkel, una que puede poner el punto y final a su trayectoria y marcar su legado. Hace años la canciller fue alabada por romper con parte de las reticencias de su partido e impulsar el cierre de las centrales nucleares tras la catástrofe de Fukushima. Entonces fue incluso vista como una líder medioambiental, pero lo cierto es que no ha hecho los deberes. Alemania es la sexta potencia más contaminante del mundo y uno de los países que explota más lignito, el más nocivo de los carbones. Los objetivos de 2020 no se cumplirán y va en camino de incumplir también los de 2030. El acuerdo puede revertir esa negligencia.

Acordado en el pacto de coalición que sellaron en marzo del año pasado, este paquete de medidas climáticas también tiene un objetivo político: reforzar el gobierno entre conservadores y socialdemócratas. Y es que la crisis perpetua en la que vive instalado el SPD amenaza con una salida abrupta del ejecutivo que partiría la última legislatura de Merkel. A finales de año el socio minoritario decidirá si mantiene el rumbo fijado o salta a la oposición.

A esa preocupación también se le suma la contienda política por el ascenso electoral de los Verdes, que ya han desplazado al SPD y amenazan con disputarle la primera plaza a la CDU.

DEMANDA Y CRÍTICA SOCIAL

Este gesto del ejecutivo responde a la creciente preocupación social por un tema que hasta ahora habían dejado en un segundo plano. Y es que la protección climática ya no es solo una reivindicación de grupos como el movimiento estudiantil Fridays for Future, que se manifiesta cada viernes, sino que también cuenta con el apoyo de sindicatos, empresas e incluso la iglesia protestante.

Así, la lucha contra el cambio climático es ya el asunto político más importante para los alemanes, según revela una encuesta de ARD publicada este mismo viernes. Hasta un 63% cree que se deben impulsar medidas de transición hacia un modelo verde aunque estas perjudiquen el crecimiento económico.

No es casualidad pues que se haya hecho pública el mismo día en que la huelga climática ha organizado hasta 533 manifestaciones en todo el país. Hasta 80.000 personas se han reunido solo en Berlín. Sin embargo, el acuerdo del gobierno no ha gustado a las organizaciones medioambientales. Es un escándalo que ni es ambicioso ni efectivo, ha criticado Luisa Neubauer, cara visible del movimiento Fridays for Future en Alemania. La izquierda lamenta que el ejecutivo haya aplicado medidas de mercado en lugar de una fuerte regulación y expertos ya han alertado de que así se incumplirán los objetivos de 2030.

El alumbramiento de ese paquete de medidas llega también a tres días de la cumbre del clima de Nueva York. A pesar de las críticas, Merkel podrá ir ahí con un plan bajo el brazo.