Las instancias internacionales del medio ambiente viven en estado de alerta desde que se consumó la elección de Donald Trump, una alerta que ha subido de grado tras sus primeros nombramientos y escuchar declaraciones tan chocantes como que el cambio climático “es un invento de China” para destruir la economía de Estados Unidos. El temor a que el ‘huracán’ Trump se lleve por delante una parte de los tímidos avances conseguidos en los últimos años es real, pero muchos albergan la esperanza de que el azote solo sea temporal y no afecte a los temas más cruciales.

UN MOMENTO CRÍTICO

Trump llega a la Casa Blanca en un momento crítico. Las amenazas a la salud del planeta se encuentran en su punto álgido, pero al mismo tiempo la comunidad internacional parece haber tomado conciencia de que el peligro es real y de que hay que actuar. “Hemos conseguido que los gobiernos y las empresas no pongan en cuestión las evidencias en estas cuestiones. Es aún muy insufiente, pero ha sido un logro”, opina Juan Carlos del Olmo, secretario general de WWF España, para quien después de “décadas de mucho trabajo se ha logrado a través de ONU crear una arquitectura de convenios y organismos regionales que ya están apuntado soluciones”. Esto es lo que podría zarandear el ‘huracán Trump’. Tanto el avance en los acuerdos políticos como en la imprescindible financiación. Y en ambos terrenos, Estados Unidos tiene un peso muy importante, especialmente tras la era Obama.

RETIRADA DE FONDOS

Muchos programas requieren de financiación público-privada. En la cuestión del cambio climático, por ejemplo, cuando muchas empresas dudan aún si apostar las energías alternativas o los proyectos libres de C02, el impulso económico desde los gobiernos sigue siendo clave y la administración Obama había apostado por ello.“Desgraciadamente me temo que en este tema Trump sí cumplirá sus promesas porque ha insistido muchas veces en su voluntad de retirar los fondos que aporta su país a los convenios internacionales”, recuerda en este sentido Teresa Ribera, directora del Instituto de Desarrollo Sostenible y Relaciones Internacionales (IDDRI) de París, un ‘think tank’ desde el que se analiza cada día el aire que respiran los organismos internacionales.

FRENAR LA LUCHA POR EL CLIMA

La lucha contra el cambio climático parece el punto mñas frágil, al haber cuestionado el presidente norteamericano incluso su propia existencia. Pero hay consenso en que Ban Ki-Moon acertaba cuando al cierre del acuerdo de París habló de un “proceso imparable”. Pueden existir retrasos, bloqueos puntuales, pero una marcha atrás es muy difícil. “Hay una presión enorme, no solo porque nos jugamos el futuro sino porque también hay mucho que ganar en el terreno económico, incluso para los americanos, con la transformación que ya se ha puesto en marcha”, sostiene Del Olmo. La agenda está ya muy clara y hay muchos países que han apostado por ese camino que difícilmente desandarán el camino.

BIODIVERSIDAD Y OCÉANOS, EL ESLABÓN MÁS DÉBIL

A los organismos internacionales les preocupa más el impacto del magnate metido a presidente en las políticas destinadas a frenar la extinción de especies, atajar las invasoras y frenar la contaminación de unos océanos que pueden acabar convertidos en vertederos de plásticos sin apenas peces. Si el cambio climático es un hachazo al planeta, estos temas son la carcoma que lo corroe sin que se hayan alcanzado acuerdos sustanciales hasta ahora. “Las agendas están mucho menos definidas. Es más fácil poner obstáculos porque ahí Estados Unidos no estárá solo. En biodiversidad, por ejemplo, todos los países dicen que si, pero a la hora de la verdad solo el 5% están cumpliendo", recuerda el responsable de WWF.

UN ARTICO MÁS PRECARIO

Volver a las prospecciones petrolíferas vetadas por Obama en el Ártico, como parece que apuntan los nombramientos, sería catastrófico. “La región está en una situación límite similar a la de Doñana. No aguanta ni un impacto más. Pero la diferencia es que lo que ocurre en el Polo Norte tiene un impacto en el resto del planeta”, apostilla Ribera.

LA PEOR AMENAZA, EL CONTAGIO

La peor amenaza podría ser, con todo, el riesgo de contagio, en primer lugar a la Unión Europea. No faltan en este continente movimientos reactivos contra lo que consideran el pensamiento medioambiental imperante. Los países del Este, con Hungría y Polonia a la cabeza, siempre han sido una rémora en la políticas medioambientales. Los movimientos de ultraderecha en alza en Gran Bretaña, Francia, Austria y Holanda podrían aprovechar la ola que llega del otro lado del Atlántico. La derecha española, aún en el Gobierno, nunca ha apostado tampoco por lo verde.

La amenaza está ahí ya. La Comisión Europa ha resitido recientemente “fuertes presiones” para “revisar” las directivas medioambientales, según el responsable de WWF, que celebra que por el momento no hayan tenido éxito y cruza los dedos de cara al futuro.

Que China se apuntara al carro sería aún peor. Es el país destinado a tomar el relevo del liderazgo global si Estados Unidos se retira. En el régimen chino conviven dos facciones, la hasta hace poco dominante, partidaria de centrarse exclusivamente en las necesidades internas de desarrollo económico. La otra, que se ha impuesto ahora, es la de implicarse en la cooperación internacional. Teresa Ribera cree que por interés propio mantendrán su apuesta pero no descarta que el sector recalcitrante aproveche los desplantes de Trump para ganar el pulso interno.

Los viejos del lugar, entre ellos Del Olmo, prefieren ver las dificultades con perspectiva histórica. “Lo que ocurre con Trump tampoco es nuevo, vamos avanzando a trompicones y siempre surgen obstáculos en un camino que debería ser más rápido. La involución aquí es un peligro continuo. En este tema el resistir es avanzar”, reflexiona tras décadas de empujar en el mismo sentido.