TYta sabrá usted disculparme si esta crónica la encuentra despiojada de humor, pero, por motivos de trabajo, he venido a parar a Madrid donde acabo de firmar un contrato que me compromete a pagar 700 euros mensuales por el alquiler de un piso de 30 metros cuadrados, y es excusable que en tan reducido espacio no halle acomodo para mí, para una máquina de escribir y para el sentido del humor. Lo grave es que aún dicen las estadísticas que soy de los afortunados, que la media es de 1.200 euros mensuales. Supongo, pues, que la célebre frase "de Madrid al cielo" sólo quería decir que todo aquí está por las nubes. Desde que firmé el dichoso contrato no deja de rondarme una pregunta: si yo pago tal cantidad por un chamizo, qué no pagará la familia real por esa casa de 2000 metros en pleno centro. Un horror, que hasta lástima les tengo.

Antes venía uno a pasar un fin de semana a Madrid y no comprendía esas caras hurañas, esa mala leche que gravita por el aire y que hace que en cada semáforo haya un señor sonando el claxon y en cada esquina una mujer regañando a un niño. Antes no lo entendía, pero ahora sí. Es más, ahora mismo también yo siento deseos de regañar y dar bofetadas a todos los niños que se me van cruzando al paso. Y es que el saberse víctima de un timo le envenena a uno la sangre, le vuelve amargo y le hace simpáticas todas las palabras acabadas en "cidio". No me extraña que el eslogan del ayuntamiento para la remodelación de las calles sea "trabajamos para tu futuro": como que estos precios no le dejan a uno más futuro que la puñetera calle. Yo lo tengo claro: cuando en medio de mil caras serias veo una sonriente es que ése es propietario.