Es difícil concretar cuánto influye la tragedia del pasado día 20 en que la misma compañía aérea, Spanair, sea la propietaria de los 12 vuelos que ayer protagonizaron los principales retrasos del día en Barajas. Cientos de pasajeros indignados se arremolinaron en las dependencias que la Guardia Civil tiene en el aeropuerto madrileño para exigir una intervención policial y para denunciar que ni la compañía ni el operador les contaban qué estaba pasando. Los guardias civiles tuvieron que intervenir en algunos momentos para calmar los ánimos, especialmente calientes y tensos entre los más de 200 pasajeros de dos vuelos, a Budapest y Barcelona, que sumaron los retrasos más injustificables: de 11 y 14 horas, respectivamente.

La jornada de ayer es de aquellas que en todos los calendarios tiene la leyenda de complicada en cualquier aeropuerto o estación de tren. Ultimo día de agosto, coincidió además este año con domingo y son muchos los que apuran hasta el último momento sus vacaciones. Y como era complicada para todas las compañías, resultó sorprendente ver que en los paneles de despegue casi todos los vuelos que tenían la coletilla de "con retraso" eran los de la compañía Spanair.

Una portavoz de la compañía detalló una por una las incidencias de los 12 vuelos afectados y aseguró que en todos los casos el retraso respondía a problemas técnicos y operativos, sin concretar en qué consistían esos problemas. Uno de los aviones que debía volar a Tenerife se retrasó porque el pasaje tuvo que cambiar de nave, pero la misma portavoz se negó a detallar las causas por las que se sustituyó el aparato.

La peor parte se la llevaron los usuarios del vuelo JK2747 a Budapest, y los del JK446 con destino a Barcelona. El primero tenía que despegar a las seis de la mañana y lo hizo casi a las seis de la tarde. Y el segundo estaba previsto a las 11.55 horas y se reprogramó para las 01.55 horas. Algunos pasajeros se las tuvieron con el personal de tierra de Spanair. El tema no pasó de los insultos. Una de las pasajeras a Budapest aseguró que lo que no toleraba era "que se rían" de los viajeros, porque, según dijo, durante el día les ofrecieron hasta tres excusas diferentes: que el avión venía de Jordania con retraso, que faltaba tripulación y que un problema en la nave prevista obligaba a cambiar de avión.

Los pasajeros a Budapest y los que debían viajar a Barcelona y no optaron por el AVE u otras compañías fueron trasladados al hotel Auditorium para que pudieran descansar y comer antes de volar. A ninguno se le pasó por alto que era el mismo hotel que en los últimos 10 días había acogido a los familiares de los pasajeros del MD-82 siniestrado. "Ni en eso han estado acertados", se quejó la misma pasajera.