Renace el caso de Yaye Bayen, pero en Marruecos. Esta mujer senegalesa unió por vez primera a numerosos padres y madres de víctimas de los cayucos en el 2006, coincidiendo con la llegada masiva de embarcaciones a Canarias. El naufragio de Lanzarote que hace 15 días acabó con la vida de 25 marroquís, muchos niños, ha encolerizado a las familias, que no solo están sopesando la creación de una asociación para aglutinar a los damnificados de la inmigración clandestina, sino que se han puesto en pie de guerra con el fin de atrapar a los mafiosos.

Hasta ayer, la movilización se había materializado en 25 denuncias, según la policía. Denuncias que no son más que un reflejo de la conmoción de todo un pueblo que ha llegado a presionar a las autoridades para que salgan a la caza de los mafiosos. El propio comandante de la Brigada de Guelmín ha abandonado mesa y papel para salir a la calle y emprender una investigación en toda la región. Dos de los presuntos implicados en la trama ya han sido localizados. Les han delatado las llamadas previas a la travesía. El gendarme lo dice claro: "Recurrimos al Servicio de Telecomunicaciones, donde se controla cualquier contacto, y puedo decir que hay complicidad de familiares, militares y hasta de las fuerzas policiales". Todos conocen los detalles de los viajes.

NOMBRES Y APELLIDOS "No tengo relación con los organizadores, pero, como todos, sé quienes son", declaró Hadiya en la comisaría de Guelmín después de identificar a su hijo en la lista de muertos. Solo tenía 17 años. "Esta red trafica con niños y los lleva al extranjero", denunció Mohamed Haruach, padre de uno de los niños fallecidos. El dio los nombres y apellidos de los presuntos pasadores en una carta y después más padres coraje acudieron a las autoridades.

Salek tampoco quiere que las mafias continúen aprovechándose de los adolescentes, que se pasan el día mirando al mar. Acaba de plantear ante las autoridades la creación de un colectivo en "defensa de las personas que están a merced de los traficantes". En solo unas horas perdió a una hija --Mbarka, de 29 años-- y a sus cuatro nietos. La marginalidad, la pobreza, el hambre y una raquítica pensión de 60 euros que recibía de su difunto marido empujaron a la mujer a embarcar. "¿Quien los traerá de vuelta?", se pregunta ahora Salek. No dispone de medios para repatriar los cuerpos y exige ayuda a los gobiernos marroquí y español.

De momento solo siete cuerpos fueron repatriados el viernes desde Canarias, los únicos identificados. Que la mayoría de las víctimas procedieran de la misma población y casi del mismo barrio no es casualidad. "Las mafias son de la zona, de Guelmín", dice un gendarme. En este municipio y alrededores, las redes encuentran fácilmente a los candidatos perfectos. "Hemos hecho el viaje cinco veces, tenemos experiencia, cientos han llegado con éxito", es su promesa.