TTte frotas las manos una vez y dos veces. Mueves los brazos arriba y abajo. Sacudes el cuerpo. Pero no hay manera de expulsarlo, de quitártelo de encima. El frío se te mete en los huesos y va a quedarse ahí, quieras o no, el rato que permanezcas en la calle. La fortuna ha hecho que dejes de frotarte las manos, de mover los brazos y de sacudir el cuerpo. Te has metido en tu coche, has llegado al trabajo o has cruzado por fin la puerta de casa tras un día muy largo. En cualquiera de esos lugares ya no queda rastro del frío. Te recompones y recuperas el tono. Tú ya no lo notas, pero fuera sigue estando. No lo ves, pero sigue existiendo.

El túnel que hace solo 15 minutos acabas de cruzar sigue lógicamente en el mismo sitio. Y en él sigue el mismo grupo de personas que cada noche se recogen bajo un montón de cartones. Se acurrucan unos pegados a otros. Intentan olvidar las bajas temperaturas y el rugido de los coches que pasan cada segundo por ese subterráneo. La curva final les ha acogido tras ser expulsados por la sociedad. Unos, excluidos, la mayoría. Otros, autoexcluidos, los menos. Pero todos en la calle.

Una vida diferente esfumada

Seguramente son los mismos hombres y mujeres cada noche los que se juntan en esa curva. Y muchos no son tan diferentes de los que cuando llega la madrugada se han quitado el frío del cuerpo. Algunos tuvieron una vida diferente antes de la crisis, una existencia que ahora se ha esfumado. Se calcula que en España hay entre 35.000 y 40.000 personas durmiendo ahora mismo en la calle. Y se pueden imaginar que es un dato que cuesta conocer con seguridad, pero es la estimación que hace la Federación de Entidades de Apoyo a las Personas Sin Hogar.

XCONOCEN BIEN x este problema y aseguran que la dependencia de alcohol y drogas, las enfermedades mentales y otros problemas de salud provocan este tipo de exclusión. Pero además dicen que muchos de ellos son víctimas directas de los desahucios, y también menores. Su esperanza de vida es 20 años menor a la del resto.

En nuestro país hay tres millones de familias que pasan sus días en una infravivienda, algo claramente indigno, una injusticia reversible contra la que decidimos crear un Estado del bienestar cuyos pilares están agrietados por la crisis. Son los datos del fracaso. Son los datos de esa otra España de hoy que también existe dentro y fuera de los túneles. La que responde en silencio a aquellos que, sin mala intención, tienen la sensación de que durante esta crisis todo parece seguir igual, que en las calles, los centros comerciales, los cines, los bares o los restaurantes todo sigue igual. Bajo cero, bajo el túnel, una vez llegas ahí sí que ya nada es igual.