TVta a hacer un año que empecé a escribir esta columna. Virgen Santa. La vida es lo que tiene, sentenciaba hace poco un amigo. Es lunes y parece que la semana va a durar siglos, pero sin darte cuenta, siempre llega el jueves. Elegí este día a conciencia. Ya expliqué por qué, así que no voy a repetirme. Con el miedo que me daba repetirme, como si no hubiera temas de sobra cada día. Hay semanas en que escribiría treinta columnas y otras en que la indignación me vuelve prudente y mido las palabras con escuadra y cartabón. Algunas veces hasta uso el transportador de ángulos (¿se acuerdan? Es esa cosa extraña que parecía un puente y nunca sabíamos para qué servía en los estuches de la infancia). Esos días me siento delante del ordenador y respiro hondo, a ver si desaparecen los insultos y las descalificaciones. Es que das poca caña, dicen algunos. Es que ya hay demasiados que la dan, pienso cada vez que apago la radio o la tele para no envenenarme tan temprano.

Recuerdo muy bien de qué les hablé hace un año. De que las Navidades llegaban el quince de agosto (este año en julio) y de las nuevas leyes de educación y su dudosa utilidad. En fin, visto lo visto, voy a dedicarme a la adivinación. Verán qué fácil, al año que viene habrá turrón en junio y más leyes educativas tan brillantes y duraderas como las luces de Navidad. Lo malo es que en esto del pesimismo es dura la competencia. Ahí tienen al asesor de la Freapa, comparando a los profesores con maltratadores y avisando de nuevas agresiones. O sea, ganando amigos. Y es que ser adivino es facilísimo. Lo difícil es el sentido común. Feliz Navidad.