Le llamaron el niño milagro. El 12 de mayo del 2010 se estrelló un avión de Afriqiyah Airways cerca de Trípoli. Murieron 103 pasajeros y tripulantes. Todos menos uno. Entre los restos del avión, atado aún a su asiento, los equipos de rescate hallaron a Ruben van Assouw, un niño holandés de 9 años. Tenía destrozadas la partes inferiores de ambas piernas y estaba inconsciente. Hasta días después no supo que había perdido a sus padres y a su hermano Enzo, de 11 años.

Un año después, Ruben camina, salta, juega con los perros, monta en bicicleta, aunque a veces se ayuda de un bastón improvisado para descansar. Le acaban de quitar las últimas placas y tornillos que llevaba en las piernas para juntar sus huesos casi estallados. Ante el interés de medios informativos de todo el mundo por su historia, su familia adoptiva, formada por sus tíos y tres primos, ha accedido a hablar una sola vez con la agencia de noticias holandesa ANP sobre la experiencia del chaval. "Una vez y nunca más", dice su tía Ingrid, hermana del padre del chico.

Ruben está bien, es la principal noticia. "Nunca le hemos ocultado nada, ni le callamos nada. Casi cada día hablamos aún de sus padres y su hermano. Pero la vida continúa. No como antes, pero continúa", indica Ingrid.

Explica que fue lo más normal del mundo acoger en casa al chaval, una vez recuperado. Son los familiares con los que más contacto mantenía. Antes del accidente, Ruben ya veía a menudo a sus primos, unos gemelos de 15 años y una niña de 9. "Ellos le recibieron con los brazos abiertos. Ahora, nuestra hija mayor dice que no se puede imaginar cómo era la vida sin Ruben en nuestra casa".

A esa casa, en el centro de Holanda, llegó mes y medio después del accidente. Primero estuvo ingresado en el hospital el-Khadra de Trípoli, donde le salvaron la vida. "Que Ruben esté tan bien ahora se lo debemos a los médicos libios. También los especialistas holandeses nos lo dicen: gracias a cómo le operaron, el niño está ahora más recuperado de lo que podría esperarse".

El propio Ruben quiso regresar a Trípoli para visitar el lugar del accidente, recordar a sus padres y su hermano y aceptar la pérdida, pero también para demostrar a los libios, y a los médicos que le trataron, qué bien se encuentra. Pero cuando tenía todo listo para el viaje, estalló la guerra en Libia. "Quiere saber qué pasó, pero ya iremos más adelante", dice Ingrid.

En Holanda pasó un mes en el hospital y luego siguió su recuperación en una cama en el comedor de la casa de sus tíos. Para recobrar fuerza, tenía que comer 2.000 calorías diarias, la cantidad de un hombre adulto. "En el hospital le costaba comer, pero en casa siempre tenía hambre. Para su primer desayuno en casa, todos nos sentamos alrededor de su cama".

Muchas veces dejaron a Ruben solo con sus primos, para no preguntarle siempre si necesitaba algo. Así, lograba olvidar un poco, aprendió a volver a divertirse, a reír bajo su larga melena. Ayer, en Holanda hubo una ceremonia para recordar a las víctimas, 61 de ellas holandeses que regresaban de unas vacaciones en Suráfrica.