Los cambios generan incertidumbre, miedo a lo desconocido y dosis altas de ansiedad. Aunque el puesto sea atractivo y el cambio se viva con ilusión, hay una parte de nosotros que no puede dejar de pensar en situaciones hipotéticas en las que las cosas no salen como nos gustaría. Desde el no tener buena química con los superiores hasta tener un exceso de responsabilidades, pasando por no conectar con los compañeros; todo ello genera que no sepamos bien si el cambio es para bien y si vamos a estar cómodos.

Nuestras emociones estás diseñadas para ayudarnos a comunicar y generar determinadas estructuras, como la seguridad, el desarrollo o la justicia. Obedecen a situaciones reales y concretas, aunque no siempre es así. La ansiedad puede deberse a la anticipación de problemas que no tienen una base real o para los que no hay pruebas contundentes. El nuevo trabajo es una de estas situaciones, donde aparecen miedos sin que tengamos evidencias para ello. Sin embargo, como cualquier emoción, puede gestionarse.

CAMBIOS LABORALES

Décadas atrás, la tendencia general era encontrar un trabajo y permanecer en él el máximo número de años posibles. Se podía producir algún cambio, pero solía ser circunstancial. Actualmente, el mundo laboral ha cambiado y nuestras necesidades también. Buscamos el desarrollo y el crecimiento, sabemos reconocer cuando no estamos bien y cuando necesitamos un cambio de aires, sin contar las veces donde el cambiar de trabajo es forzado. Ante eso, nuestra mentalidad todavía se resiste: queremos la vieja seguridad con los nuevos paradigmas profesionales.

La ansiedad ante un nuevo trabajo es algo habitual. Sin embargo, el miedo o la inseguridad pueden manejarse para vivir la transición de la mejor forma posible:

1. Tolerancia a la incertidumbre

El miedo es la emoción que nos avisa de las amenazas, de las cosas que puedan dañarnos. Surge cuando hay elementos que avisan de esa amenaza, pero también aparece ante la incertidumbre, ante lo nuevo, que nos hace creer que no contaremos con las herramientas suficientes para afrontarlo. Sin embargo, aunque lo novedoso nos genere incertidumbre, este vacío podría dar también espacio a la alegría y no a la protección o la parálisis que nos genera el miedo y la ansiedad.

2. Apariencias

Cuando vamos a un lugar nuevo, creemos que no vamos a encajar con las demás personas. Es muy importante sentirse válido con cómo es cada uno. Eso generará una conexión muy fuerte con otras personas, especialmente con las más afines y un distanciamiento en otras. No podemos caer bien a todo el mundo ni es necesario para nuestro bienestar emocional y laboral.

3. Retorno al pasado

¿Qué ocurrió las veces anteriores que cambiaste de trabajo? El miedo que sentiste en un primer momento se desvaneció con el paso de los días. Esto nos demuestra que no siempre hay necesidad de protegerse mediante el temor, que la apertura a las nuevas experiencias puede sernos más útiles.

4. Anclaje en el aquí y ahora

Lo que nos genera ansiedad es la anticipación del futuro, de lo que aún no ha llegado. Eso traslada nuestro cuerpo a otro momento, sin procesar o sentir las experiencias presentes. Si intentamos dar la vuelta a lo que nos ocurre, si hacemos que nuestra mente esté en el aquí y en el ahora, la ansiedad se reducirá. Para ello, busca ver qué sensaciones produce el sitio en el que estás, la temperatura o la sensación de nuestro cuerpo al estar de pie o sobre la silla. Eso quita el foco del futuro para traerlo al presente.

Las nuevas responsabilidades o el entorno en el que se va a desarrollar el nuevo trabajo puede generarnos incertidumbre, miedo y ansiedad. Cuando más desconocido es lo que vamos a vivir, peores son las emociones. Sin embargo, esto también nos abre una puerta a lo nuevo, a afrontar retos con ilusión y a sentirnos más válidos y capaces.

* Ángel Rull, psicólogo.