Como sucede en otros países del mundo, se puede decir sin demasiado temor a equivocarse que los nuevos aires impuestos desde el Vaticano por el papa Francisco despiertan amplias dosis de fascinación en EEUU. Este mismo mes, la revista Time lo eligió como su personaje del año --la tercera vez que escoge a un Papa desde 1928--, desbancando no sin cierta polémica a Edward Snowden. "Con su foco en la compasión, el líder de la Iglesia católica se ha convertido en la nueva voz de la conciencia", escribió su directora. Y lo mismo hizo The Advocate , revista orientada al colectivo de gais, lesbianas y transexuales, por "el cambio de retórica" que está comportando su papado.

Pero no todo el mundo ha aplaudido las nuevas formas y el tono impuesto por Jorge Mario Bergoglio. Su énfasis en la pobreza y la desigualdad, sus aceradas críticas a la "idolatría del dinero" y al neoliberalismo económico y sus llamamientos a que la Iglesia se preocupe más de la gente que de las cruzadas ideológicas le han granjeado una poderosa cohorte de enemigos. La derecha estadounidense se ha sentido aludida y, hasta cierto punto, amenazada. Y desde finales del mes pasado, poco después de que Francisco expusiera la plataforma de su papado en la exhortación apostólica La alegría del Evangelio, está contratacando.

"El nuevo Obama"

El comentarista Rush Limbaugh, cuyo programa es el más escuchado, ha dicho que la doctrina económica de Francisco es "puramente marxista". Desde Fox News, la televisión de Rupert Murdoch, se le ha descrito como el "nuevo Obama", el anticristo por excelencia de la casa, alguien que exhibe una "preocupante ignorancia" sobre la economía y que traerá "el desastre" a la Iglesia católica. Otros le han reprochado que se inmiscuya en cuestiones que consideran meramente políticas o le han acusado de "promover la envidia" hacia los ricos.

"Animar a la gente a compararse con otros solo genera resentimiento --escribió en Bloomberg Lant Pritchett, profesor de la Harvard School of Government--. El resentimiento hacia el éxito de otros es un pecado en sí mismo". El coro ha alcanzado tales decibelios que el Papa tuvo que responder a las críticas en una entrevista la semana pasada. "La ideología marxista está equivocada. Pero yo he conocido a muchos marxistas en mi vida que eran buenas personas, así que no me siento ofendido", le dijo al diario italiano La Stampa .

De momento, Francisco cuenta con el apoyo abrumador de la casi totalidad de los católicos estadounidenses. Son un cuarto de la población, cerca de 78 millones, lo que convierte a EEUU en el cuarto país con más católicos del mundo. Solo un 4% tiene una opinión negativa de él, según una encuesta reciente de The Washington Post y ABC News. "Los ataques vienen fundamentalmente de la élite conservadora, de los comentaristas y blogueros que quieren utilizar a la Iglesia católica por motivos políticos, para apoyar la agenda económica y política del Partido Republicano", asegura el jesuita y profesor de la Universidad de Georgetown Thomas Reefe, autor de varios libros sobre el Vaticano y la Iglesia estadounidense.

Reefe recuerda que también Benedicto XVI expresó en su día que el Gobierno tiene la responsabilidad de regular la economía y distribuir la riqueza. Y que Juan Pablo II ya cargó en 1999 contra "el neoliberalismo, la concepción puramente económica del ser humano, un sistema que considera el beneficio y la ley del mercado como sus únicos parámetros, en detrimento de la dignidad del hombre". A ninguno de los dos, sin embargo, se le prestó demasiada atención.

"La diferencia es que Benedicto XVI y Juan Pablo II hablaban con un lenguaje académico y abstracto, mientras que Francisco es muy gráfico, más como un pastor, como un organizador comunitario", dice Reefe. Lo cierto es que, consciente o inconscientemente, sus posiciones se han inmiscuido en los debates que dividen y se pueden leer como un ataque directo a los dogmas conservadores. Ya sean sus llamamientos a la Iglesia a dejar de "obsesionarse" por los gais, el aborto o los anticonceptivos, los grandes caballos de batalla de la jerarquía estadounidense. O su impugnación de las teorías económicas que abogan por los recortes de impuestos, la desregulación y la pasividad del Estado ante la desigualdad, un tema muy abordado por Obama.

"La promesa era que al llenarse el vaso, se desbordaría y beneficiaría a los pobres. En cambio, lo que pasa es que cuando el vaso está lleno, se hace mágicamente más grande y nada llega a los pobres", le dijo a La Stampa .