Hoy se cumplen tres años desde que se designara al flamenco Patrimonio de la Humanidad, un nombramiento que aspiraba a imprimir una difusión mayor del arte jondo y, por ende, más trabajo a los artistas además de que el flamenco llegara a las aulas. Hay que reconocer que es una preciada etiqueta, un marchamo de calidad, pero si hablamos de la consecución de hechos concretos, los retos han sonado por milongas camperas. Aquel 16 de noviembre de 2010 no iba a compás la imagen de muchos políticos que se creían más flamencos que Pastora Pavón . En cambio, quien sí cogió el ritmo esa noche fue un gitano viejo que me dijo con todo el arte del mundo: "Compare, ya tenemos carnet".

Entre tanta parafernalia política que se destilaba en Nairobi, donde la Unesco ejerció su fumata blanca, yo me acordé de los sonidos de la fragua al compás del martillo, de los melismas por los surcos con los cantes camperos al mecido del arado o la trilla, de los barrenos en las minas y los nudillos en los tabancos. De artistas que pasaron calamidades para transmitirnos este inmenso legado, que han soportado la burla de señoritos y vituperios feroces. Me venía a la cabeza la labor de investigadores que se han dejado la piel y su precioso tiempo en este arte, recordaba la flamenquería lorquiana, las largas noches de verano en festivales en los que el churrero echaba la persiana a los cantes. Rememoraba a aficionados cabales, a peñistas que creían y siguen luchando por este arte al que he tenido que defender muchas veces y sacar pecho al parecer un bicho raro por amar una música que catalogan de universal, aunque ya lo es desde hace mucho tiempo. Hace unos días el maestro Fosforito , V Llave de Oro del Cante, me decía que "el flamenco ha estado siempre reconocido en el mundo entero y ha sido de la humanidad sin que lo dijera nadie".

El flamenco siempre fue patrimonio universal porque es algo intrínseco al ser humano y lo seguirá siendo mientras la humanidad continúe sufriendo, riendo y ante todo, sintiendo. Como decía Enrique Morente : "La humanidad es patrimonio del flamenco". No le faltaba razón al genio del Albayzín porque el arte jondo aglutina todos los sentimientos que pueda percibir un ser humano, desde la pena más honda hasta la felicidad más desbordante, desde los soníos negros de las campanas de las seguiriyas hasta el clímax de la guasa que irradia un cante por alegrías.

1.095 DIAS DESPUES ha habido más escaparate que trabajo en la trastienda. Hay que decir un olé a que se haya hecho un congreso internacional sobre la materia así como que el 16 de noviembre ya sea Día del Flamenco. Pero hace tres años Griñán lanzó una promesa por bulerías que sigue echá en el olvío : el flamenco en los colegios. Tres años después hay más cartabón que compás en las aulas. Esperemos que Susana Díaz coja la vereda del arte jondo como corresponde a una presidenta oriunda de El Tardón, el flamenquísimo barrio de Manuel Molina o Chiquetete .

En Extremadura, la reciente apertura del Centro Extremeño del Flamenco traerá mucho soniquete y ya es un foco difusor de la cultura flamenca, bajo la dirección de Paco Zambrano que chanela muchísimo de este arte. Esperemos que no falte el parné y haya muchos jurdeles para tan grata propuesta. Y no estaría fuera de compás que en las clases, además de usar las pizarras digitales, los alumnos y profesores extremeños aprendieran a distinguir unos jaleos de la Marelu de unos fandangos del gitano por excelencia y caballero cien por cien de Badajoz. Así podrán apreciar el flamenco ya que no se puede amar lo que se no conoce.