Compadre, que mal toro te ha tocado esta vez.

Me acuerdo de aquel otro, que cuando entrabas a matar, te partió la muñeca y te dejó en el camino que hace a los buenos toreros, porque hubieses sido de los buenos ya que lo tenías todo, pero viendo que te quedaste a la mitad de dicho camino no quisiste quedarte en la cuneta tirado y empezaste a hacer lo que mejor sabías: enseñar a torear a los demás.

¿Quiénes fueron los primeros, compadre? Manolo Martínez Morenito, Sánchez, Poli, Bejarano, El Pato, Emilio de Justo, para todos tenías algo que dar y les pasó como conmigo; nos diste lo mejor, primero tu amistad y luego tu corazón.

Qué solos se van a encontrar ahora tus alumnos de la escuela taurina sin ti, porque tú eras el que los enseñabas a parar, a templar y a mandar, a coger un capote y a montar una muleta. Los enseñabas no sólo a torear, sino incluso a ir por la vida sabiendo ser torero, que no es fácil.

Me imagino ahora, allí arriba en el cielo, a todos discutiendo porque estés con ellos. Bienvenido, El Gallo, Joselito, Paquirri, el Yiyo y cuántos otros discutirán por estar contigo y me imagino que harás como hiciste aquí abajo, estarás con todos, porque a todos tendrás algo que enseñar y dar.

Pasaste por la vida como pasan los cabales, sabiendo, templando y mandando.

Pero este último toro compadre, qué mala follá ha tenío.

Hasta siempre, Mojaco.

Hasta siempre, compadre.

Hasta siempre, seiscientas.

Juan Borrasca

(Amigos del toro)

Cáceres