THte vivido ya muchas ferias y esta ha sido la de menos asistencia de público que he visto en mi vida. La crisis dicen. No hombre, no, yo digo que no, la crisis económica generalizada que vive el país es solo una circunstancia más; la crisis se superará pero los toros tienen además, su crisis, y me temo que no la vamos a superar.

Plasencia no es nada distinta a otros lugares. En Plasencia las corridas son como las de cualquier otro sitio, se programan carteles pensando en el público y se le ofrece lo mismo de siempre, toros del "monoencaste" Domecq para la lidia a pie y toros del encaste Murube para el rejoneo y, como en todos los sitios, los unos aburren y los otros, también.

Las dos corridas de lidia ordinaria han estado mal presentadas, eran pequeñas, aunque esto a mí me da igual. Nunca critico un toro por chico si supera el peso mínimo que dice el reglamento; incluso la pobre presentación de las cabezas puede ser secundario. Si los toros se mueven y tienen casta, en este caso nada de nada. Chicos, sin defensas, sin casta e inválidos, los toros que han servido y se han dejado torear --los 4 últimos del domingo día 9 solo tenían nobleza, les faltaba casta--. Esta es nuestra crisis. El próximo año se venderán menos entradas, eso si hay quien se atreva a montar la feria.

La corrida de rejoneo, con mucho menos público que otras veces, más de lo mismo. Los Murubes se pararon y al final las faenas parecían los entrenamientos que los rejoneadores hacen con el toro manso o amaestrado. Además estaban, como siempre, exageradamente desmochados.

XYO CREOx que ya es tarde para salvar esta y otras muchas ferias por el estilo, sobre todo cuando los que las tienen que salvar, principalmente empresarios, toreros y ganaderos, están esperando que las salven o las "rescaten" las autoridades, principalmente los ayuntamientos. Sin embargo, creo que si ellos quieren, son los que pueden rescatar la fiesta, lidiando toros, íntegros y encastados, no "carretones de entrenar", cobrando unos honorarios lógicos y acordes a las circunstancias, o mejor proporcionales a la taquilla, modificando la horrorosa suerte de varas, mejorando las plazas --casi todas son viejas e incomodas--, y cobrando unos precios por las entradas razonables. No se pueden cobrar las cifras, que se dice cobran, las figuras del toreo por lidiar toros inválidos y encima vender cuatro entradas.

En otros artículos ya vaticinaba yo esta menor asistencia de público. A la gente no se le puede engañar muchas veces seguidas porque se queda en su casa y, repito y aseguro, que no es la crisis, es la pésima calidad de los espectáculos.

Hemos vuelto a ver este año a los antitaurinos, se manifestaron el domingo día nueve. Los antitaurinos saben tampoco de toros, que no saben que no los necesitamos, que ya nos estamos muriendo solos, que nos queda un rato. Prueba de ello ha sido la escasísima asistencia de público.

Que se lo piensen los protagonistas de la fiesta, pues o revolucionan esto o en las próximas ediciones seremos todavía menos.