Cuando tiene noticia de que ha ocurrido un accidente de tráfico, lo primero que piensa la doctora Carmen Monasterio, neumóloga del Hospital de Bellvitge, de Barcelona, es que el conductor tal vez se ha dormido al volante. "La somnolencia dobla el riesgo de sufrir accidente en la carretera y es la causa más frecuente de esos siniestros, seguida del consumo de alcohol", asegura Monasterio. La somnolencia se debe, con frecuencia, a las recurrentes interrupciones del sueño, las apneas, provocadas por la grasa acumulada alrededor del cuello en las personas que tienen sobrepeso o sufren obesidad. El exceso de grasa cierra el paso del aire en la faringe al iniciar el sueño, cuando la musculatura del cuello se relaja e, involuntariamente, la persona se despierta. Muchas veces, no es consciente de que deja de dormir unos segundos.

En las situaciones más leves, esas interrupciones de la respiración se producen cinco o seis veces por hora, pero en muchas ocasiones los cortes en el paso de oxígeno ocurren 30, 80 o 90 veces cada hora, asegura la neumóloga, que dirige la unidad de trastornos respiratorios del sueño en Bellvitge, en la que se controla a más de 5.000 personas afectadas por apnea. En cada corte respiratorio, se deja de respirar durante un mínimo de 10 segundos (si es menos tiempo no se considera apnea), pero en algunas ocasiones el parón llegar a ser de un minuto o dos. "He visto a pacientes que sufrían apneas de 180 segundos", afirma Monasterio.

MUERTE SUBITA El brusco descenso de oxigenación que experimenta el cerebro en esos casos puede dar lugar a un paro cardiaco que cause muerte súbita, dice la especialista. Los cortes en la respiración alteran otros parámetros biológicos: aumenta la presión arterial y crece la tendencia a engordar y sufrir diabetes, indica.

El tratamiento de la apnea no elimina el problema, pero suprime el síntoma. Consiste en respirar por la noche a través de una mascarilla conectada a un aparato que insufla aire a una presión positiva continua. La máquina, que proporcionan los centros sanitarios, debe acompañar siempre a quien sufre apnea, ya que evita los cortes respiratorios y permite dormir de un tirón. Para la mayoría de pacientes, la solución definitiva sería perder peso.

Quien sufre apnea y no duerme convenientemente acumula un déficit de sueño que aparece a lo largo del día, en ocasiones, en forma de irritabilidad, pérdida de memoria o dificultad de concentración. Algo parecido ocurre a quienes, sin tener apnea, duermen menos de siete horas y media seguidas diarias.

"Es el tiempo imprescindible para que se produzca la consolidación de memoria y se complete el ciclo de secreciones hormonales", indica Monasterio. "Es evidente que la mayoría de la población española no duerme esas horas --reconoce--. Vivimos en una sociedad que sufre déficit crónico de sueño, y eso explica, entre otros factores, por qué aumenta la obesidad". Ese déficit se puede compensar algo durmiendo el fin de semana, sugiere la neumóloga.