Millonarios como Bill Gates y Richard Branson apoyan proyectos de máquinas capaces de aspirar y almacenar los gases de efecto invernadero. Pero esas máquinas ya existen: se llaman árboles.

Los bosques tropicales secuestran grandes cantidades de CO2. Sin ellos, el cambio climático sería mucho peor. La degradación de los ecosistemas forestales es responsable de una octava parte de las emisiones, según un informe del IPCC de 2014.

Preservar los bosques tropicales está entre las diez medidas más efectivas contra la crisis climática, según el proyecto Drawdown, que analiza el potencial de decenas de soluciones para esta emergencia.

Pero también otros ecosistemas palian el desaguisado de las emisiones: sabanas, praderas, humedales, turberas, manglares, arrecifes de coral y el fitoplancton del mar reciclan carbono. Por esto, la preservación de la naturaleza es indisociable de la lucha contra el cambio climático, según un manifiesto que ha sido firmado por 11.000 científicos y se conoció hace solo unas semanas.

No obstante, hay que tener en cuenta que la pérdida de hábitats y biodiversidad está desatada. Las forestas tropicales han pasado de cubrir el 12% de las tierras emergidas al 5%. Las estrategias para restaurarlas y ampliarlas podrían contribuir a la reducción de emisiones requeridas por los acuerdos de París dentro de 2030 hasta en una tercera parte.

La «proforestación» consiste en empujar un bosque existente hasta su máximo potencial de captura de carbono. La «reforestación» consiste en recuperar un bosque degradado. Y la «aforestación» consiste en plantar bosque en sitios donde no están.

Esta última estrategia es la punta de lanza de la compensación de carbono. Con este sistema, un viajero puede compensar los gases emitidos por su vuelo pagando por plantar árboles suficientes para absorberlos.

«La aforestación no es la solución», dice Josep Peñuelas, director de la Unidad de Ecología Global del CREAF-CSIC-UAB. «Plantar árboles va bien, pero hay lugares donde competirían con la agricultura y tienen efectos secundarios en el uso del agua, etcétera», explica. Además, más árboles implican más incendios.

«Las plantas ya absorben una cuarta parte de lo que emiten los humanos, pero todo tiene un límite. No solucionan mucho porque los humanos estamos emitiendo enormes cantidades de gases», prosigue. Peñuelas concluye que no hay más remedio que consumir menos.