Platillos volantes, extraterrestres, armas futuristas, oscuros programas gubernamentales. El Area 51 lleva más de medio siglo alimentando toda clase de conjeturas y teorías conspiratorias, especialmente las relacionadas con los ovnis y la vida en otros planetas, pero el Gobierno de Estados Unidos apenas se había pronunciado. Hasta esta semana. Por primera vez la CIA reconoce en un documento desclasificado que esta remota instalación militar en el desierto de Nevada existe, aunque su historia no es todo lo sexi que algunos hubieran deseado. Nada se dice de que sirviera de almacén de ovnis estrellados ni de que los Illuminati resucitaran allí a Elvis, aunque sí habla de la controversia sobre los ovnis.

Se trata de un documento escrito hace dos décadas por dos historiadores de la CIA sobre el desarrollo de los aviones espía U-2, que tuvieron una importancia notable en la guerra fría. Allí aparece por primera vez un mapa con la localización exacta del Area 51, unos 130 kilómetros al noroeste de Las Vegas, una zona que en los mapas oficiales aparece todavía hoy referida como una mina en desuso o como una zona aérea restringida.

Vuelos a gran altura

Para conocer sus orígenes hay que remontarse al 12 de abril de 1955. El Gobierno necesitaba un lugar secreto para campo de pruebas para sus aviones espía y lo halló en el desierto de Mojave, cerca de un salar que en la segunda guerra mundial sirvió para ensayar las bombas de la aviación.

Volando en un pequeño Beechcraft, el oficial de la CIA al frente del desarrollo de los U-2 (y más tarde de la frustrada invasión de la bahía de Cochinos), Richard Bissell, y un ingeniero de Lockheed Martin que fue crucial en el proyecto, Kelly Johnson, otearon el lugar perfecto para su base ultrasecreta. "Vieron lo que parecía ser una pista de aterrizaje sobre un salar conocido como el lago Groom, cerca de la esquina nororiental del campo de pruebas de la Comisión de la Energía Atómica (AEC) de Nevada", dice el documento de la CIA.

Mucho secretismo

Así nació el Area 51, "una franja de tierra baldía" aprobada por Eisenhower como "lugar de pruebas y entrenamiento" de la AEC de Nevada. Para no despertar demasiada curiosidad, a los trabajadores se les traía en avión desde una de las fábricas de Lockheed en California el lunes y se les devolvía a casa el viernes. Pero pese a las precauciones, afloraron las conjeturas más inesperadas. "Los ensayos a gran altitud del U-2 causaron pronto un efecto colateral: un enorme aumento de los reportes sobre objetos voladores no identificados (ovnis)", reza el documento.

Muchos provenían de pilotos y controladores de aviación comercial, pero también los lugareños enviaban cartas a la Fuerza Aérea para que investigara. Había una explicación, según el documento. Los U-2 volaban a una altitud superior a los 60.000 pies (unos 18.300 metros), más de 20.000 pies por encima de los aviones militares y a 40.000 de las aerolíneas comerciales. "Incluso de día el cuerpo plateado de los U-2 podía coger el sol y causar reflejos o destellos visibles a altitudes más bajas o desde el suelo --dice--. Por entonces nadie pensaba que se pudiera volar por encima de los 60.000 pies, así que nadie esperaba ver un objeto tan alto en el cielo".

La Fuerza Aérea trató de acallar el miedo y las habladurías ligando los avistamientos a fenómenos naturales, una operación bautizada como Bluebook. Quienes crean en los ovnis, sin embargo, no deberían desalentarse. El documento asegura que solo algo más de la mitad de las denuncias de avistamientos de platillos volantes en los 50 y parte de los 60 están ligados a los vuelos del U-2 y del Oxcart, otro programa de aviones espía.