TVtivimos estos días en casa tiempos de tribulación: mi mujer quiere arreglar los armarios y mi hijo y yo preferimos cambiar los ordenadores. Aunque son dos votos contra uno, al final se impondrá la cordura y los armarios serán convenientemente rediseñados. Por si la cordura y el pragmatismo no bastaran, mi mujer llegó a la reunión decisiva cargada de revistas y periódicos. Nos mostró un recorte de este diario donde un sociólogo avisaba de que las tendencias modernas tardan en llegar a Extremadura y otro recorte de una revista francesa donde se anunciaban ofertas para navegar con ADSL tres veces más rápido que en Extremadura y, a la vez, recibir 50 canales digitales, tener correo electrónico e internet en la televisión, gratuidad absoluta en las llamadas telefónicas locales y nacionales y posibilidad de comunicaciones audiovisuales a través del monitor, todo ello por 34 euros al mes. Tras mostrarnos su apoyatura mediática, mi mujer sentenció: "Dentro de unos años, todo esto llegará también a Extremadura, entonces será el momento de hacer cambios tecnológicos. Ahora tocan los armarios". Y punto en boca.

Mi mujer tiene razón. En realidad, siempre la tiene. A Extremadura llegan las vanguardias con retraso y las retaguardias se marchan las últimas. Hace 20 años, circulaba por nuestras vías el último ferrobús de España, que de aquí se fue a Venezuela. Ahora despedimos a los últimos trenes camello , que de Extremadura se van a Chile. Avanzamos, pero nos cuesta. Estamos en el armario mientras otros andan a vueltas con la domótica.