"El plan B no existe, consiste en sobrevivir en las condiciones que podamos". La frase esta semana del ministro Manuel Castells marcará el desarrollo del curso universitario 2020-21 que arrancará este lunes en los primeros campus públicos españoles y que lo hace con la idea esencial de llegar hasta el final pase lo que pase con la evolución del coronavirus. La nota, en este caso, parece secundaria.

Como en el resto de casos, desde las guarderías hacia arriba, el curso empezará a ciegas, asumiendo que hay un porcentaje del alumnado que llegará contagiado y que habrá que lidiar con eso. Porque salvo excepciones no ha habido test masivos ni al alumnado ni al profesorado. Una de esas es la privada Universidad de Navarra, que arrancó el curso el 1 de septiembre pero desde el 24 de agosto a este mismo viernes se ha hecho una PCR a cada miembro de la comunidad educativa. En total, más de trece mil.

Pero, en general, será, como en todos los ámbitos educativos, el curso de las medidas sanitarias para frenar la expansión del COVID 19 más que para detectarlo. El curso de las mascarillas y de una distancia de separación que quedó reflejada este mismo viernes en actos como la apertura oficial de la Universidad de Valencia. Que la ceremonia oficial saliera del solemne y cerrado Paraninfo al ventilado claustro adelanta también la generalización en el uso de espacios comunes que se va a vivir.

Más allá de la proliferación de dispensadores de hidroalcohol, de los itinerarios marcados o de la ausencia de actos masivos, el metro y medio de distancia obligatoria va a reducir el aforo de las clases una media del 30%, según los cálculos que maneja la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE).

Además de agudizar la imaginación para encontrar nuevos escenarios, para mantener la apuesta por la presencialidad que reclamó Castells, esa situación va a llevar a que parte de las clases sean virtuales, bien con el alumnado en su casa o bien en otro espacio del campus (lo que tendrá el retorcido nombre de presencialidad diferenciada). En principio, casi todas las universidades tratarán de que los alumnos de primer curso puedan asistir físicamente al mayor número de clases posible.

TECNOLOGÍA VS COVID 19

En cualquier caso, el gasto en webcams, portátiles o altavoces se ha disparado este verano. El de la Universidad de Barcelona ha sido de 2,3 millones, por ejemplo y sólo la Universidad de Navarra ha instalado 450 cámaras de este tipo.

En la Universidad de Córdoba, por ejemplo, han pedido al alumnado que registren su presencia en cada clase mediante un código QR que habrá en cada asiento. Lo mismo piden para las salas comunes. Así esperan controlar los aforos.

SUBEN LOS GRADOS, BAJAN LOS MASTER

Porque los malos augurios de matriculaciones que había en mayo no se han cumplido y las matriculaciones no han caído. Al revés. Por lo menos en lo que afecta a los grados. Fuentes del sector confirmaron a EL PERIÓDICO que los aprobados generalizados en Segundo de Bachillerato del pasado mes de junio, elevaron inesperadamente el número de estudiantes que se presentaron a la EBAU (antigua selectividad) y eso a su vez ha desembocado en un aumento del alumnado en disposición de acceder a la universidad.

Por ejemplo la Universidad Politécnica de Valencia cubrió en julio el 99,5% de sus plazas de grado y doble grado. Eso sí, el descenso de estudiamtes Erasmus se prevé que sea notable.

Otra cosa son los master, con las implicaciones que eso tiene para la economía de muchas universidades (y más en Cataluña donde las tasas han bajado este curso un 30%). Especialmente de aquellas que habían orientado su oferta al ámbito internacional. Esta misma semana la Universitat de Barcelona, que tiene muchos en inglés, confirmó que prevé una caída que puede llegar al 20% en este tipo de cursos. La situación de algunas universidades madrileñas enfocadas a este mercado extranjero es similar. Falta por ver cuánto pueden aguantar, porque lo importante es sobrevivir.